My Photo
Name:
Location: Valencia, Malvarrosa, Spain

Thursday, March 29, 2012

Fiesta de la Anunciación.. Homilía P. F. Montesinos

Comunidades Escolapias en Valencia
La Malvarrosa, 26 de marzo de 2012
Homilía P. Francisco Montesinos, Provinvial

No todos los días recibimos buenas noticias. El ruido del mundo nos aísla de nosotros mismos y de los que nos rodean. Y así, el sufrimiento y la soledad de los otros no nos conmueven. No queremos que nadie sufra, deseamos que los pobres sean alimentados y los enfermos curados, los que viven la soledad, acompañados y los tristes, consolados. Pero no es una buena noticia para ellos… ni para nosotros. Ellos siguen inmersos en la pobreza, la miseria o la soledad. Nosotros, inmersos en el interior de esas burbujas que consuelan nuestra conciencia con palabras de un momento o conmociones que no van más allá de la sacudida espasmódica.

La fiesta que celebramos hoy es una buena noticia por muchas cosas. Primero porque es un acontecimiento que nos saca del mundo y nos introduce en la intimidad del encuentro personal de Dios con cada uno de nosotros. Al profundo de nuestro ser y de nuestra historia, allá donde Dios puede llegar y tocarnos. El anuncio del nacimiento de Jesús llama a la puerta de María, la “Llena de Gracia” y espera respuesta. En aquel momento la respuesta de María. Hoy, la respuesta de cada uno de nosotros.

María se turba ante las palabras del ángel. ¿Qué le dice para provocar eso? Algo tan simple pero tan grandioso como que “el Señor está con ella”. Nosotros seguro que hemos dicho o recibido palabras similares, y ¿nos hemos turbado? ¿Se ha conmovido nuestro ser? ¿No deberían ser palabras que revitalizaran nuestras vidas, que cambiaran direcciones equivocadas o convirtieran nuestro corazón duro e insensible? ¿Acaso no hemos tenido ocasiones en estos últimos meses para experimentar esa dureza y esa necesidad de cambiar? Y quizá seguimos igual a pesar de palabras tan hermosas como las de oír que “El Señor está con nosotros”.

¿No le ocurrió algo parecido a Calasanz en su larga vida? Hoy nosotros, los hijos de Calasanz, los que estamos aquí y los que viven en la Provincia nuestra volvemos a recibir las palabras del ángel. Lo que ocurrió aquel 25 de marzo de 1617, nacía de la mano del Señor, como consecuencia de todo un proceso que condujo a aquellas 15 personas a iniciar juntos en aquel lugar íntimo de la capilla del card. Justiniani una historia nueva y llena de vida. En silencio e intimidad, a la escucha de la Palabra de Dios y fiados en su providencia. Como María. Allí estaban, y digo aunque nos pueda sonar mal, “los esclavos del Señor”, los que después de tantos intentos sin éxitos, se aventuran a iniciar solos la misión a la que habían sido llamados.

A nuestra realidad provincial escolapia, debería gustarle escuchar esas palabras que provocaron el “Heme aquí” de María, porque son las palabras que reaniman nuestros pesimismos o lamentaciones.

Alegrémonos porque el Señor no nos ha abandonado, ni se ha olvidado de nosotros, ni nos está dejando morir a causa de los años, el número o la poca respuesta a nuestras propuestas vocacionales. Alegrémonos porque el Señor nos dice que va a vivir entre nosotros, que viendo nuestra debilidad y pobreza, envía a su Hijo para que haciéndose como nosotros, nos ayude a salir de todo lo que nos hace ver el futuro con incertidumbre. Alegrémonos porque el Señor nos da, con su anuncio, una forma de ver mejor nuestra realidad, y nos hace ver nuestra fidelidad y perseverancia; el esfuerzo por vivir en fraternidad; nuestra ilusión en el trabajo pastoral de cada día; nuestra cercanía con los niños y jóvenes que necesitan de una palabra amable; de tantas cosas que nos reafirman en nuestro ser escolapio.

El Señor está con nosotros. Las palabras a María, son palabras a cada uno de nosotros, sus hijos. El hecho de que Él, está con nosotros, nos sostiene en vida, nos vuelve animosos, nos da confianza para continuar existiendo. Si nosotros existimos, es porque Él está con nosotros. Por eso el temor no puede con nuestra debilidad humana y nos conduce al “Heme aquí” de nuestra vocación, repetido tantas veces en la vida de cada uno de nosotros.

¿Qué podemos decir que celebramos nosotros, en esta noche y en este lugar? A mí me gustaría que cada uno de nosotros pudiera decirlo. Porque seguro que en el corazón de cada uno, hay algo que celebrar. Yo diría que,

Nuestra celebración es el reconocimiento del amor que Dios tiene a cada uno de nosotros, que al igual que Él se hizo para-los-demás, a nosotros se nos dice que hemos sido hechos-para-los demás también. Pobres con los pobres, con el corazón compartido con aquel que lo necesita.

Nuestra celebración es el reconocimiento de que nada queda fuera de Dios, que todo lo que hemos vivido es historia de Dios, historia de salvación para nosotros. Quizá no lo entendamos, tampoco lo entendía Israel en el desierto, y al final se encontró dentro de la tierra prometida.

Nuestra celebración nos recuerda que puestos a elegir, hubo uno, que eligió ser pobre, ser débil, ser amable, ser… tantas cosas que lo empequeñecieron, pero que gracias a su pequeñez otros pudieron salir de la suya. Y como Él eligió, nos llama a elegir de forma parecida.

Nuestra celebración es un reconocimiento de que vale la pena dejarse llevar por Dios, como María. Especialmente cuando nos sentimos débiles y desanimados, y recibir la fuerza que nos vuelve a renacer.

En fin, celebrar que el Señor ha visto nuestra realidad y nos envía a su Hijo, es la buena noticia que también nos anima a proclamarla. En primer lugar a nosotros mismos, para que nuestra fraternidad sea gozosa, que nuestra vida comunitaria sea creativa y basada en la caridad, nuestra misión esté impregnada de alegría. Y luego, a los demás, porque nuestro mundo necesita de personas cercanas y comprometidas; porque la crisis económica que nos rodea nos debe afectar y nos debe hacer recapacitar con nuestra forma de vivir; porque los demás nos ven y hoy necesitamos mostrarnos como somos, como Calasanz aquel lejano día en que decidió dar ese paso adelante y embarcarse en esa misión gozosa como fue la Escuela Pía.

Que el Señor abra nuestro corazón y nos haga más fraternos y más dispuestos a lo que Él nos pide.

Labels: , ,

0 Comments:

Post a Comment

<< Home