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Location: Valencia, Malvarrosa, Spain

Tuesday, October 20, 2009

Profundo reconocimiento desde mi segundo nacimiento.

P. Francesc Fuster:
Navegar Juntos


Han pasado más de siete meses desde que me operaron del corazón, y creo que es de justicia agradecer a todas las personas que se interesaron por mi salud y con toda certeza elevaron sus oraciones al Señor por mi vida y restablecimiento; siento en lo más profundo de mi ser que he vuelto a nacer y que mi vida de ahora es un don de Dios, un milagro que el Señor me ha concedido, gracias a las peticiones de personas: amigos, conocidos y desconocidos que desde México, Veracruz, Nicaragua, Costa Rica y España, pidieron por mi salud en momentos críticos de mi operación y postoperatorio, y el Señor los escuchó; para mí es un compromiso de vida más, pues entiendo que se me permite un lapso más en esta dimensión del tiempo en que vivimos.

Así empezó todo

No tengo conciencia cierta de cuándo me empiezo a dar cuenta de mi dificultad cardíaca.

Recuerdo que en el verano, julio y agosto de 2008, siento cansancio al caminar, y desde la residencia de la Comunidad de la Universidad al despacho de Rectoría, calculo hay unos 300m, de distancia, me tengo que detener cada 100m, para descansar y recuperar el ritmo respiratorio; y lo mismo me ocurre cuando salgo de paseo con los hermanos escolapios de la Comunidad. Ante esta situación, lo comento en la Comunidad y me recomiendan visitar a la Dra. Panzzi, cardióloga. Luego de dos visitas con análisis de sangre, electrocardiogramas y examen de esfuerzo, llega a la conclusión que he tenido un infarto silencioso (no soy consciente de haberlo tenido), me recomienda que me haga ver lo más pronto posible por la seguridad social, por si es necesario nuevas exploraciones de cateterismo o intervención quirúrgica, y me receta nuevos medicamentos. Esto sucede a principios de septiembre y mientras, trato de adelgazar y llevar una dieta sana.

En mi perspectiva como Rector de la UCC, me quedaban ciertas responsabilidades que cumplir, además de los internos de la Universidad: despacho, reuniones, juntas de gobierno, graduaciones, etc., mi pertinencia a la FIMPES, reunión de rectores en Campeche, ANUIES, reunión en Monterrey, reunión de rectores de universidades católicas en México, D.F., y a finales de noviembre viaje a Cuba para firmar un convenio de colaboración de nuestra Universidad con los Obispos de Cuba.

El 11 de diciembre compartimos la cena navideña de nuestra comunidad universitaria en el Raquet Club de Veracruz, y al día siguiente viajé a Valencia, España, con el propósito de ver más a fondo las recomendaciones de la Dra. Panzzi. Primeramente ya había enviado por medio del P. Vicente Climent, la documentación médica elaborada en Veracruz, al P. Provincial de Valencia, Francisco Montesinos, que enseguida la llevó a la Clínica Católica Casa de Salud, de Valencia, y me anunció que para el 18 de diciembre me esperaba el doctor para iniciar a fondo la revisión médica a partir de los datos de Veracruz.

En Valencia

La primera visita fue exploratoria, electrocardiograma y petición de analítica; la segunda visita, eco electrocardiograma y ejercicio de esfuerzo. Como conclusión, me pidió realizar una exploración de cateterismo. Ésta, tuvo lugar el 27 de diciembre con el Dr. Adolfo Rincón de Arellano, sin anestesia y viví la experiencia despierto y tranquilo; al finalizar, en la habitación de la clínica se presentó el Dr. Rafael Payá Serrano, y me indicó que a la vista de los resultados de las exploraciones realizadas, aconsejaba la intervención quirúrgica con implantación de by pass, sin que en ese mismo momento me indicara cuántos serían. Al poco rato vino el Dr. Fernando Hornero, me explicó los trámites preparatorios a la operación; lo único que se me ocurrió preguntarle fue cuál era la proporción de éxito de la operación y me dijo: “de cada cien operados, fallece uno”. Y quedamos para el día 7 de enero la intervención.

En todas estas idas, venidas y toma de decisiones estuve acompañado de mi hermano José Luis y del P. José Duart, y hasta el momento de la operación todo se mantuvo en la intimidad de los tres. Todo parecía la rutina de una enfermedad menor: análisis de sangre, placas torácicas, análisis ecograma de carótidas.

Fue el 7 de enero del 2009

Acompañado siempre de dos inseparables personas –mi hermano Luis y el P. José Duart-, en una habitación de la Casa de Salud, me prepararon para la operación quirúrgica y entré en el quirófano. Y aquí hay un profundo silencio y pérdida de memoria de lo que ocurrió hasta el día 13 de enero que me desperté de la mano de mi hermano en la UCI (Unidad de cuidados intensivos). Del tiempo que va desde el 7 de enero -en la sala de operaciones-, hasta el 13 de enero, no recuerdo nada; más tarde, ya casi restablecido, me comentaron los testigos directos, el trance por el que pasé y cuál fue el clamor y preocupación que se extendió entre las personas, amigos y conocidos por donde hubiere convivido y trabajado como Escolapio y, por supuesto, mis Hermanos Escolapios de todo el mundo.

Mi estancia en la UCI duró más de una semana y fue una experiencia irrepetible, por muchísimas razones; yo, por supuesto, los primeros días -como consecuencia de la operación- no pude hablar; mi mente estaba confusa de lo que había pasado y por qué estaba allí: me sentía sin fuerzas, perdí la noción del tiempo, no sabía cuándo era de día y de noche; no había relojes, estaba continuamente monitoreado mediante aparatos; pero descubrí los ángeles de la UCI, las enfermeras; noche y día estaban pendientes de mí y de los demás enfermos de la UCI; había un médico continuamente. La delicadeza y la atención de las enfermeras es una experiencia inolvidable; pienso que tienen una vocación especial, pues allí estábamos personas en situaciones críticas y con frecuencia tenían que asistir a enfermos que no superan su situación y fallecen en su presencia. En mi recuerdo y oración las tendré siempre presentes; siempre alegres, animosas, atentas a las necesidades de los enfermos, profesionales e intuitivas ante la reacción de los pacientes.

También en mi estancia en la UCI me encontré con otro grupo, que llegaban de cuando en cuando y se te acercaban para ayudarte a hacer ejercicios de rehabilitación: respiración torácica, recuperación muscular de brazos y piernas, recuperación de la tensión corporal para poder caminar. La operación y mi estancia en la UCI me habían descompensado y aflojado el tono muscular, y era incapaz de caminar y sostenerme de pie; ésta es la tarea que tendría como prioridad al pasar a planta, es decir, a la habitación individual de la clínica Casa de Salud, y más tarde a nuestra Residencia escolapia de la Malvarrosa.

El tiempo de mi permanencia en la UCI se alegraba con las visitas controladas que me llegaban: mi hermano Luis, el P. Provincial Francisco Montesinos, el P. José Duart, el P. Urbano Zaera, la Hna. Lucía, mi sobrino Fernando y el P. Carlos, Capellán éste de la Casa de Salud, que me traía la comunión todos los días. Eran visitas cortas pero animosas.

Llegó el día deseado en que el médico se presentó para darme de alta de la UCI y pasarme a la habitación de planta de la Casa de Salud, pero con condiciones: que empezara a comer, hacer ejercicios de rehabilitación y ponerme a caminar por la habitación y pasillos con andadera: todo esto para mí, que en ese momento carecía de fuerzas, me parecía inalcanzable, pero eran condiciones obligatorias para proceder al siguiente paso, que sería el alta para salir del hospital y continuar la rehabilitación en nuestra Casa de la Malvarrosa.

Habitación 242

Mi estancia en la planta de la Casa de Salud, tuvo sus más y sus menos; lo más agradable fue la atención de las enfermeras, la visita de los médicos, la compañía constante de mis familiares, amigos, Hermanos Escolapios; y fue el momento en que yo empecé a darme cuenta de lo que me había pasado en la operación y en la UCI, y el clamor y repercusión que habían tenido esos días desconocidos para mí, pero que crearon una red de oración al Señor, desde América y España, que yo creo, el Señor atendió y consiguieron el milagro de mi recuperación y salud.

Otro aspecto positivo de mi estancia en la habitación fue la primera llamada que recibí de Veracruz, en la Fotos del sitio oficial de Casa de Salud persona del P. José Manuel Asún Jordán, que me diera mucho ánimo para salir adelante.

Lo menos agradable de mi estancia, fue la alimentación. Mi situación y mi cuerpo no admitían la comida de catering que se me ofrecía; estaba muy bien presentada y balanceada, pero mi cuerpo no la admitía y tuvieron que ponerme suero y sangre por vía intravenosa para fortalecerme; otra dificultad, la movilidad: tenía que levantarme y caminar, primero con andadera y luego de forma autónoma, pero la flojera muscular era casi total y constituía un martirio el ejercicio físico; mas lo superé, pues era la condición principal del médico para abandonar la clínica e iniciar la recuperación en la Malvarrosa.

La Malvarrosa

Llegó el día de mi alta en la Clínica Casa de Salud; el médico me hizo la prueba de mi autonomía de movilidad, es decir, si ya me movía por mi propia cuenta, y me dio las recomendaciones para mi estancia de rehabilitación en La Malvarrosa: debería caminar dos horas diarias, subir y bajar escaleras, alimentarme sanamente y tomar las medicinas prescritas en el horario establecido. Mi llegada a La Malvarrosa fue a finales de enero y allí permanecería hasta finales de mayo.

Antes de pasar a relatar mi experiencia en esta nueva estancia, tengo que decir qué es la Residencia de La Malvarrosa. En Valencia, en los poblados marítimos hay una población que se llama La Malvarrosa. La Provincia Escolapia de Valencia, compró unos terrenos por lo años de 1960, e inició la construcción del tercer colegio para la población en la zona marítima; este terreno está a unos trescientos metros de distancia del Mar Mediterráneo, de clima agradable. Un tiempo más tarde los Superiores Mayores de los Escolapios de la Provincia de Valencia, decidieron la construcción de un edificio autónomo para Residencia de Escolapios Mayores ya jubilados que necesitaran una atención por su salud y también para Escolapios que tuvieran que ser atendidos temporalmente por razón de una hospitalización y posterior recuperación.

Mi llegada allí, fue volver a casa, encontrarme con nueve hermanos más, Escolapios cariñosos y dispuestos a ayudarme en todo. La casa entera estaba climatizada a 22º grados, aunque hiciera frío fuera por el invierno. La habitación muy cómoda y con las instalaciones mejor que en la propia Clínica Casa de Salud. Servicio de cocina, los tres tiempos del día, desayuno comida y cena; enfermeras de mañana, tarde y noche; capilla, sala de visitas, sala de estar, comedor y ascensor; espacios internos de pasillos para iniciar las primeras caminatas, primero con andaderas y luego apoyándome en las paredes y por fin bajando y subiendo escaleras. Esta tercera etapa de mi recuperación fue la más decisiva y feliz, por lo que voy a relatar a continuación.

La comida de la casa, bien preparada, sabrosa y la compañía de mis Hnos. Escolapios me dieron ánimos para ir tomando fuerzas físicas y psicológicas; a partir de ahí mi habitación se convirtió en sala de visitas donde recibía mañana y tarde a familiares, amigos, Escolapios, conocidos; y todo sirvió para largas conversaciones sobre el presente, el pasado y perspectivas de futuro respecto a mi persona. Continuaron las llamadas telefónicas desde distintas partes de la geografía del mundo.

Me fui atreviendo a caminar y fui recuperando fuerzas, y cuando llegó el buen tiempo salía a pasear fuera del edificio de la residencia, en los campos del Colegio de la Malvarrosa, viendo el ir y venir de los alumnos/as, maestros y maestras de preescolar, primaria y secundaria. Pasó el tiempo y el 20 de febrero volví a la primera visita con el médico que me operó, Dr. Fernando Hornero, para mi revisión postoperatoria; me acompañaron mi hermano José Luis y el P. José Duart; fui ya caminando por mis propios pies, y el médico constató mi mejoría; me recomendó continuar con lo que me había prescrito y que estuviera dos meses más hasta que se consolidara la herida del esternón; me dio el alta quirúrgica y me remitió al médico jefe de cardiología, Dr. Payá, para el seguimiento de mi recuperación total.

Cada día que pasaba en la Residencia de la Malvarrosa, me sentía con mayor fortaleza física y de ánimos. En mi vida de Escolapio nunca había tenido un año sabático para descansar y realizar mis estudios o tareas personales; pero el Señor, a través de esta operación, me concedió cuatro meses para dedicarme a leer, escuchar música, pasear, conversar y comunicarme por medio de internet.

Entre mis lecturas, hubo filosofía, ensayos, novelística, biografías, música, etc. Cada día me atrevía a caminar más tiempo, salía a pasear junto al Mar Mediterráneo, en unos hermosos paseos junto a la arena de la playa, con un paisaje marítimo maravilloso; cada zona del paseo tiene su nombre propio: La Patacona, La Malvarrosa, El Cabañal, El Puerto de Valencia. y todo ello, ida y vuelta representaba de 6 a 7 kilómetros en un tiempo de hora y media a 2 horas, sin prisas, mirando el paisaje y oyendo música clásica.

En mi habitación me instalaron una computadora portátil con conexión a internet que me sirvió para mi vinculación al mundo exterior; por medio del skype, me comunicaba todas las semanas con la Universidad Cristóbal Colón y conversaba y nos veíamos con los PP. Asún y Unanua, el Contador Félix Ávila, Vicerrector éste de Administración, mi secretaria, Miriam e Hilda y otras personas de la Universidad. La portátil me servía para entrar todos los días en la página principal de la UCC y ver el movimiento y actividad de la Universidad, en lo académico, cultural y las celebraciones de los Cuarenta Años.

Durante mi estancia en la Residencia, recibí un paquete de cartas de miembros de la UCC que me emocionaron profundamente, y que guardo; creo que mi comunicación con la Universidad y estas cartas son las que me decidieron a volver y continuar el proyecto de la Universidad Cristóbal Colón, y así se lo indiqué al P. General, P. Jesús Lecea, que me pidió cuál era mi decisión y le comenté mi interés de continuar en Veracruz al frente de la UCC.

Con la computadora portátil estaba al día mediante el correo electrónico que leía y contestaba, y gracias al P. Urbano Zaera, Escolapio, me dejó su colección de películas en DVD y creo que pude ver más de 50 películas desde las históricas y clásicas a las actuales.

De las visitas que recibí en la Residencia, no me atrevo a enumerarlas todas, pues caería en el olvido de muchas y no sería justo, pero tengo que decir que todas ellas, sin excepción, me animaron y me fortalecieron en mi convicción de que la recuperación era una realidad e iba por buen camino.

El 24 de marzo, después de las fiestas de Fallas de San José, en Valencia, fui solo por mi propio pie a la visita del médico en la Casa de Salud; me auscultó, me tomó la presión, me hizo un electrocardiograma, me dijo que todo iba bien. Le dije que quería volver a Veracruz el 25 de mayo, y lo único que me dijo: quiero verlo por última vez una semana antes de la partida y tráigame una analítica de sangre para ver cómo se encuentra antes de su partida.

Como ya me encontraba bien, empecé a caminar por la ciudad de Valencia, visitando los colegios escolapios, El Real Colegio, del que fui alumno, profesor y director; el Colegio Calasanz; estuve en el Colegio de Gandía, para visitar a la comunidad y en mi pueblo de nacimiento visitando a mis familiares; y como me sentía ya en casi plenitud de fuerzas, me atreví a acompañar a mi hermano José Luis, en dos viajes a Galicia con un recorrido de más de 2000 km.

A finales de abril, del 27 al 1 de mayo, me decidí a viajar a Madrid, en tren, para resolver asuntos con el ICCE y con el Ministerio de Educación y Ciencia de España. Me alojé en nuestra comunidad generalicia.

En las dependencias del ICCE me atendió el P. Primitivo Arnáez, Rector de la Comunidad y Director del ICCE, y allí me explicaron el progreso que están realizando en la aplicación y corrección de los tests psicopedagógicos, en forma on line, que de cara al futuro nos puede interesar a nuestro ICCE-América.

Otros dos días de mi estancia en Madrid, los dediqué para visitar y conversar con los directivos del Ministerio de Educación y Ciencia de España que coordinan los colegios de convenio en América Latina. Estuve conversando sobre la evolución del convenio del Colegio Cristóbal Colón de Veracruz, con las autoridades y responsables, y me volví con la satisfacción de que el proceso del convenio iba por buen camino, y que sólo dependía de que entregáramos los contenidos integrados de programación mexicana y española.

En mi estancia en la Residencia de la Malvarrosa, además de lo que he relatado hasta ahora, quisiera destacar unos recuerdos especialmente significativos para mí. Por razones de control de mi postoperatorio, tuve que presentarme a los médicos con la Casa de la Salud, y las veces que fui, sea por la mañana o por la tarde, después de la consulta subía al pabellón de la UCI para visitar a las enfermeras para agradecerles su profesionalidad y dedicación y también para que se sintieran felices de verme tan recuperado; una de las veces me pidieron la bendición para ellas y su trabajo.

Otro recuerdo imborrable, la visita de tres estudiantes de la Universidad Cristóbal Colón, que estaban de intercambio en la Universidad Politécnica de Valencia, que me visitaron varias veces; recuerdo sus nombres: Gloria, Karen, José Manuel, y que espero volverlos reencontrar en agosto en Veracruz, al principio del curso escolar de la UCC.

El tercer recuerdo fue que mientras yo permanecía en la Residencia, se declaró la gripe AH1N1 en México, y fue una alarma mundial; y en mi caso, también motivo de conversación por mi deseo de volver a Veracruz; desde distintos frentes de personas que me aprecian, me disuadían para no volver o bien retrasar mi vuelta a México; pero qué curioso, se descubrió un caso de gripe Universidad Cristóbal Colón, entre los alumnos del colegio, y nuestra comunidad tuvo que someterse a una cuarentena de diez días, tomando todos los días Tamiflú, mientras, en mis contactos con la UCC, tenía noticias que no se había detectado entre el alumnado de la Universidad ningún caso.

Día 15 de mayo: última visita al médico

Así fue; la fecha de la última visita al médico y el alta definitiva para viajar a Veracruz el 22 de mayo. Los análisis y las exploraciones confirmaron una recuperación casi total y por lo tanto, el permiso definitivo para viajar a Veracruz.

El viaje de Valencia a Veracruz el día 22 de mayo y mi estancia definitiva en mi Comunidad Religiosa, así como mi trabajo como Rector de la UCC, ya pertenecen a otra crónica que se va realizando a ritmo del trabajo diario y que en este momento ya llevo más de cuatro meses.

Y para terminar, mi agradecimiento una vez más, al Señor, que escuchó las plegarias de las personas que pidieron mi salud y mi permanencia entre ellos, con el deseo que mi trabajo, en lo que me queda de vida, sea como decía San José de Calasanz: “para gloria de Dios y utilidad del prójimo”.

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