DOCUMENTOS OFICIALES

My Photo
Name:
Location: Valencia, Malvarrosa, Spain

Wednesday, October 29, 2008

Pastoral Vocacional

Francisco Anaya Walker, escolapio
circular
Orden de las Escuelas Pías
Circunscripción de América
México, 16 de octubre de 2008

A los Encargados de la Pastoral Vocacional de las Demarcaciones Escolapias de América
y a los Superiores Mayores de América.

Apreciados hermanos, con gusto les saludo y deseo que juntos podamos apoyarnos en este servicio que nos han encomendado: nuestra labor de animación de la Pastoral Vocacional (PV).

El motivo por el que me dirijo a ustedes es convocarles como Colaborador en PV, del Asistente General para América, a una reunión de encargados de la PV de las Demarcaciones de América.

La sede será Bogotá y los días de trabajo serán del 9 al 11 de febrero de 2009. Se les pide planear su llegada para el domingo 8 antes de la cena y su salida el jueves 12 después del desayuno.

Durante la reunión podemos trabajar sobre los siguientes temas:

Evaluación:

Puesta en común de avances o retrocesos en la Pastoral Vocacional de nuestras demarcaciones a partir de la reunión de PV de Miami en el 2001.

Revisión de los cinco objetivos que trazamos los participantes de América en el encuentro de Roma en el 2005.

Iluminación:
Algunas ponencias que puedan ayudarnos a potenciar más nuestra labor. Podría ser una al día.

Me pondré en comunicación con quienes he pensado nos pueden colaborar, porque han acumulado experiencia.

Compartir experiencias:

Mediante una puesta en común de los proyectos de PV y nuevos recursos de apoyo que llevemos desde nuestras Demarcaciones.

Futuro de la PV en América:
Decidir algunas acciones viables de colaboración a corto y mediano plazo.

Diálogo sobre otros temas, actividades y oportunidades que los participantes consideren de mayor importancia para cualificar nuestra labor.

Con respecto al tercer punto se les pide a los participantes llevar su material impreso en papel, para hojear durante el encuentro; y en archivos electrónicos en formatos de la mayor compatibilidad posible.

Agradezco su atención a esta convocatoria y me pongo a su disposición para cualquier duda o necesidad que deseen expresar.

Espero comunicarme con ustedes poco antes del Encuentro para precisar programa y asuntos de logística.

Que Dios nos ilumine a todos en este intenso y delicado ministerio que nos ha querido confiar.

Atentamente,

Francisco Anaya Walker, escolapio

Labels: , , ,

II ENCUENTRO DEL GRUPO SACERDOTAL DE GOLCONDA.

Documento Final.
Buenaventura, 9 a 13 de Diciembre de 1968.
Se reproduce aquí, como cuerpo principal (CP), el documento de Golconda publicado en “La Iglesia Latinoamericana y el socialismo” (INDAL, #8, julio 1973, p.119-123).

Se realiza edición crítica con las siguientes dos ediciones:

II Encuentro Grupo Sacerdotal de Golconda, Sindicato de trabajadores de la Universidad Nacional de Colombia. (D1)

II Encuentro del Grupo Sacerdotal de Golconda, Acción Sindical de Cundinamarca (Asicun). (D2)

PRESENTACION

En el mes de julio de este año nos reunimos por primera vez 50 sacerdotes de todo el país en la finca de Golconda, Municipio de Viotá (Cundinamarca) (1).

Queríamos conocer los trabajos que, en el campo social, cada uno realizaba. En este primer Encuentro nos aglutinó la finalidad de profundizar en el conocimiento de la Populorum Progressio.

Necesariamente en esta reunión no se pudo establecer una línea general común de acción, (2) pero sí sentimos la necesidad de organizarnos para intercambiar experiencias y coordinar trabajos.

Por eso se pensó en la organización de un II Encuentro que tuviera como sede a Buenaventura, debido a la acogida ferviente que nos hizo su obispo, Mons. (3) Gerardo Valencia.

La reunión se realizó del 9 al 13 de diciembre del año 1968, (4) con la asistencia de sacerdotes de todo el país y 3 sacerdotes de otros países de América Latina.

El tiempo de adviento en el que se realizó la reunión tiene especial significación. La esperanza de salvación que celebramos en este tiempo nos lleva reflexionar sobre la relación de esta esperanza con las aspiraciones del hombre colombiano.

El objetivo de nuestra reunión se circunscribió a la problemática social de nuestro país. Y es éste punto (5) de vista desde el cual hemos estudiado nuestra acción pastoral.

El presente Documento es el fruto de nuestro II Encuentro.

El Comité de Redacción.

INTRODUCCIÓN.

“América Latina parece que vive aún bajo el signo trágico del subdesarrollo, que no sólo aparta a nuestros hermanos del goce de los bienes materiales, sino de su misma realización humana”.

“Como cristianos, creemos que esta etapa histórica de América Latina está vinculada íntimamente a la historia de la salvación”. (CM Mensaje) (6)

“Llena de una anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva... evidente signo del Espíritu que conduce la historia de hombres y de los pueblos hacia su vocación... Así como otrora Israel, el primer pueblo, experimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva, cuando se da el verdadero desarrollo, que es paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas” (CM I 4,5,6).

Estas palabras de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano reunido en Medellín resuena (7) clamorosamente en nuestra conciencia, como los gemidos (8)inenarrables del espíritu, de que nos habla el apóstol Pablo (Rom. 8,26).

Como sacerdotes, compartimos vivamente la preocupación de nuestros obispos. Siguiendo su ejemplo nos hemos reunido precisamente para encaminar "nuestra reflexión hacia la búsqueda de una nueva y más intensa presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina" (CM I.8) y de nuestra Patria en particular.

Nos hemos impuesto la tarea de lograr una visión objetiva de esta realidad de explotación, a la que los obispos se refieren, para reflexionar sobre ella a la luz del Evangelio, a fin de encontrar orientaciones pastorales concretas de una acción sacerdotal coherente y a nivel nacional.

Fruto de nuestro trabajo es el presente Documento, que manifiesta nuestro estudio, reflexión y compromiso y que ofrecemos, como un servicio, a todo el pueblo de Dios, en particular a nuestros hermanos en el sacerdocio, así como también a todos los colombianos de buena voluntad comprometidos en el cambio radical de estructuras.


I. ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN COLOMBIANA

Manifestamos clara y enérgicamente que la situación trágica de subdesarrollo que sufre nuestro país -al contrario de lo que ciertas interpretaciones deformantes de la realidad creen- es un producto histórico de la dependencia económica, política, cultural y social de los centros extranjeros de poder, que la ejercen a través de nuestras clases dirigentes. (Cfr. CM 2:9e).

Lo característico del subdesarrollo colombiano, como (9) toda Latinoamérica, está precisamente en la dominación ejercida sobre nuestra sociedad por una clase minoritaria, cuyos privilegios se remontan a la época colonial. Efectivamente, las luchas de independencia, lejos de limitar su poder, contribuyeron a afianzarlo más. No se dió en verdad entonces una revolución del pueblo, sino un cambio de guardia -el primero de una serie indefinida que llega hasta nosotros en toda Latinoamérica- el paso del gobierno colonial a manos de la aristocracia criolla.

Los ejércitos que entonces se improvisaron fueron mantenidos luego para seguir protegiendo, hasta nuestros días, ese “orden” establecido.

El poder político surgió como tutor y promotor de ese sistema de privilegios, que la Constitución Nacional vino a justificar. La Iglesia, por su parte, lo sacralizó, como si tuviera la expresión inequívoca de la voluntad de Dios.

Esta clase dirigente, renovada y fortalecida allá por los años 30, aparece como dueña absoluta de las tierras que otrora pertenecieron los indígenas, para utilizarlas en su exclusivo provecho.

En cuanto al pueblo, la inmensa mayoría de la población, quedó imposibilitado -luego de haber derramado su sangre en los campos de batalla- para vivir como ciudadanos en su propia patria.

Tras los edificios monumentales, los lujosos aeropuertos, las autopistas, yace un pueblo sufriente, humillado, amordazado por su misma inconsciencia y acomplejado por las fuerzas represivas de una violencia instalada en el poder.

¿Qué hacer para liberar a este pueblo de bautizados, de hijos de Dios, de esta verdadera servidumbre y esclavitud, para usar expresiones de nuestros Obispos?

Se habla mucho de una verdadera y auténtica reforma agraria. ¿Pero, será posible tal reforma sin cambiar previamente las estructuras, ya aludidas, de dependencia exterior?

Es precisamente esta situación de dependencia la que genera la actual estructura distorsionada, que suele calificarse equívocamente de subdesarrollo, y que nos lleva a pensar, por consiguiente, en términos puramente cuantitativos, es decir, términos en que la superación del subdesarrollo podría realizarse por la simple intensificación del esfuerzo, sin necesidad de cambios estructurales. Ello supone el desconocimiento de que es la revolución industrial la causa y motor del subdesarrollo.

Por eso podemos caracterizar como causa y motor del subdesarrollo:

La carencia de una industria pesada, que genera la dependencia industrial respecto a los medios de producción: maquinarias y equipos;

y la existencia de una producción industrial que no genera divisas, por la falta de mercados en los centros de poder, lo que priva al país de la posibilidad directa de autofinanciación, teniendo que apoyarse en un producto como es el café, sin relación necesaria con nuestro desarrollo industrial.

Indudablemente que esta situación es imposible de superar sin una verdadera revolución que produzca el desplazamiento de las clases dirigentes de nuestro país, por medio de las cuales se ejerce la dependencia del exterior. (10)

Asimismo, la verdadera reforma agraria, que ofrezca al pueblo, tan honrado en los discursos políticos a la hora de las promesas, pero crucificado a la hora de los hechos, un real acceso al disfrute de la tierra, y por consiguiente, a la participación de la producción, en las decisiones del país y en su grandeza.

“Dios ha destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia, inseparable de la caridad" (Vat.II, Const. Iglesia y Mundo n.69).

“La tierra es de todos, no de los ricos” (San Ambrosio, de Nabuthe Israelita, XII, P.L., T. XIV, col.731).

Otro tanto habrá que decir en cuanto a la reforma urbana. Creemos que aparecerá necesariamente como una de las primeras etapas por realizar, una vez emprendido el cambio radical de estructuras.

Por todo lo cual nos parecen sumamente débiles los argumentos herodianos que señalan como causa fundamental del subdesarrollo los factores antropológicos y sociales de nuestro pueblo: indolencia, incultura, herencia ancestral. Con esto no queremos minimizar la importancia de los recursos humanos. Al contrario, somos conscientes de su papel, como elementos laboriosos y disciplinados, para la revolución, que necesariamente debe ser popular o no ser.

De todos modos, no queremos dejar de subrayar el freno que puede representar, para el paso hacia el desarrollo y para todo este proceso, la existencia en nuestras naciones de elementos que, por su pasado, resultan lentos para participar en el ritmo acelerado de una nación en revolución.

En resumen, podemos decir, que debido a esta situación y violencia institucionalizada, “pese a los esfuerzos que se efectúan, se conjugan el hambre y la miseria, las enfermedades de tipo masivo y la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, profundas desigualdades en los ingresos y tensiones entre las clases sociales, brotes de violencia y escasa participación del pueblo en la gestión del bien común” (CM Mensaje).


II. REFLEXIÓN A LA LUZ DEL EVANGELIO

Ante la situación analizada, es necesario asumir un compromiso que conlleve no solo una reflexión, sino también una actuación de cocreadores en el dominio de la creación.

Esta actitud se funda en una visión teológica que tiene que tiene como base la doctrina conciliar y el Documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín.

Dado el objetivo de nuestro Encuentro y para dar respuesta a ciertas inquietudes sacerdotales, nuestra reflexión se limitó a subrayar y dar énfasis a la inclusión de lo temporal en el designio salvífico y al compromiso del sacerdote en lo temporal.

1.Inclusión de lo temporal en el designio salvífico.

Al responder los hombres a las situaciones concretas de su existencia, van dando respuesta a la revelación de Dios y va profundizando la Iglesia el sentido de la misma revelación y de su compromiso (Cfr. Vat.II, Iglesia y Mundo n.44).

Se comprueba un progreso teológico en el campo de la antigua antinomia, exagerada y mal entendida, entre lo temporal y lo eterno, lo natural y lo sobrenatural, lo terrestre y lo celestial. La distinción que no decía separación, llegó a decirla y a degenerar en pugna, cuando la realidad es una en sí misma y es una e indivisible en el designio de Dios, donde ciertamente (Cfr.Gen.1-2) lo material, lo humano, lo cósmico, distinto de Dios, tiene valor por sí mismo y, al mismo tiempo, es fruto de la voluntad de Dios y no degeneración en el plano del ser y del valer.

“Sin caer en confusiones o en identificaciones simplistas se debe manifestar siempre la unidad profunda que existe entre el proyecto salvífico de Dios, realizado en Cristo y las aspiraciones del hombre, entre la historia de la salvación y la historia humana, entre la Iglesia, pueblo de Dios, y las comunidades temporales; entre la acción reveladora de Dios y la experiencia del hombre; entre los dones y carismas sobrenaturales y los valores humanos. Excluyendo así toda dicotomía o dualismo en el cristiano...” (CM 8,4; Cfr.1,3-5;2,14b).

El rechazo de la antinomia tiene serias consecuencias en la visión cristiana de realidades antes pocos valoradas, como el trabajo manual o industrial, la vida social, económica y política, etc. Estas realidades deben ser consideradas como partes integrantes del designio de Dios sobre la realización humana y el desarrollo personal y social y, por tanto indispensable para la respuesta de fe a Dios.

La misma vida de fe no puede entenderse, en forma alguna, como simple acto de carácter intelectual, sino como actitud de compromiso a la luz del designio de Dios con todo lo que constituye lo humano, en el plano individual, social, económico, político, educativo, etc.

Consecuentemente, y lo dice claramente el documento de Medellín, la acción evangelizadora, el despertar de la fe, se encuadra, con necesidad absoluta en las aspiraciones humanas y en la problemática de lo humano.

“La catequesis actual debe asumir totalmente las angustias y esperanzas del hombre de hoy, a fin de ofrecerle las posibilidades de una liberación plena, las riquezas de una salvación integral en Cristo, el señor. Las situaciones auténticamente humanas forman parte indispensable del contenido de la catequesis” (CM 8,6; Cfr.9.6.7).

El entroncamiento de la fe en las aspiraciones humanas no se limita a tomar pie en ellas, sintiéndolas como oportunidades u ocasiones, sino convirtiéndolas en expresiones auténticas de la misma fe y dándoles una dimensión de trascendencia.

2. El sacerdote y lo temporal.

Las anteriores consideraciones sobre la tarea evangelizadora de la Iglesia permiten determinar las condiciones en que se realiza la acción del sacerdote.

“La consagración sacramental del orden sitúa al sacerdote en el mundo para el servicio de los hombres… Esto exige en todo sacerdote una especial solidaridad de servicio humano… de tal modo que su consagración resulte una manera especial de presencia en el mundo, más bien que una segregación de él… Descubriendo el sentido de los valores temporales, deberá procurar conseguir la síntesis del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos…” (CM II,17,18).

Consideramos que esto no es posible si no es por medio de un compromiso sincero en lo temporal sin el cual el testimonio del sacerdote corre el riesgo de carecer de autenticidad, de eludir responsabilidades y de desconocer que esta hora “se ha tornado, con dramática urgencia, la hora de la acción”(CM I:3).

Queremos destacar, especialmente, la necesidad de asumir tareas y actitudes que permitan “colaborar en la formación política” de los ciudadanos, de suerte que “consideren su participación en la vida política de la nación como un deber de consciencia y como el ejercicio de la caridad, en su sentido más noble y eficaz para la vida de la comunidad” (CM 7,21;1,16); (11) la necesidad de “alentar y favorecer todos los esfuerzos del pueblo por crear y desarrollar sus propias organizaciones de base” (CM 2,27;Cfr.2,18); (12) la necesidad de una “tarea de concientización y educación social”(CM 1,17;Cfr.2,18).


III. ORIENTACIÓN PARA LA ACIÓN.

Para explicar nuestra actitud de fidelidad a la Iglesia y a la necesaria solidaridad con el pueblo al que tenemos que servir, exponemos nuestra postura ante los acontecimientos analizados anteriormente y declaramos que no ahorraremos esfuerzos para lograr su realización en un quehacer concreto, porque estamos invitados “a tomar decisiones y establecer proyectos, solamente si estamos dispuestos a ejecutarlos como compromiso pastoral nuestro, aun a costa de sacrificios”(CM I,3).

Esto nos exige una actitud pastoral militante, tendiente a eliminar todas aquellas circunstancias que conspiran contra la dignidad humana.

A. En el campo social, económico y político destacamos los siguientes objetivos:

1. Insistir en que no basta la buena voluntad y en que es necesario conocer la realidad objetiva.

2. Elaborar una metodología científica de investigación y de trabajo que nos impida caer en el empirismo y en el practicismo.

3. Comprometernos cada vez mas en las diversas formas de acción revolucionarias contra el imperialismo y la burguesía neocolonial, evitando caer en actitudes meramente contemplativas y, por tanto, justificadoras.

4. Evitar reducirnos a un trabajo comunitario estrecho que pierda la perspectiva del conjunto nacional e internacional.

5. Luchar denodadamente por la actualización de las estructuras eclesiásticas, tanto en su organización interna como en la liquidación de rezagos preconciliares, tales como el maridaje entre la Iglesia y el Estado, cuya separación es exigida por la diferente dimensión de la personalidad y de la sociedad en que se colocan la acción eclesial y la acción civil, las cuales, aunque constituyen una única realización en el individuo y en la sociedad, se distinguen por el carácter trascendente de la primera (Cfr. Vat.II,Iglesia y Mundo n.76):

“La Iglesia deberá mantener siempre su independencia frente a los poderes constituídos y los regímenes que lo expresan, renunciando si fuere preciso aun a aquellas formas legítimas de presencia que a causa del contexto social, la hacen sospechosa de alianza con el poder constituído y resultan, por eso mismo, un contrasigno pastoral” (CM 7,21).

6. La enérgica reprobación que hacemos del capitalismo neocolonial, incapaz de solucionar los agudos problemas que aquejan a nuestro pueblo, nos llevan a orientar nuestras acciones y esfuerzos con miras a lograr la instauración de una organización de la sociedad de tipo socialista, que permita la eliminación de todas las formas de explotación del hombre por el hombre y que responda a las tendencias históricas de nuestro tiempo y a la idiosincrasia del hombre colombiano.

7. Nuestro convencimiento de la necesidad de un cambio profundo y urgente de las estructuras socioeconómicas y políticas del país nos llevan a hacernos solidarios, sin discriminación alguna con todos los que luchan por ese cambio. “Alentar y elogiar las iniciativas y trabajos de todos aquellos que en los diversos campos de la acción constribuyen a la creación de un orden nuevo que asegure la Paz en el seno de nuestros pueblos”(CM 2,33).

8. Rechazamos como maniobra divisionista la existencia de los llamados partidos políticos tradicionales que enfrentan a nuestro pueblo en dos grandes bandos, dirigidos, cada uno de ellos, por sectores igualmente explotadores de las masas populares e igualmente sumisos y colonizados por los monopolios extranjeros.

“El ejercicio de la autoridad política y sus decisiones tienen como única finalidad el bien común. En Latinoamérica tal ejercicio y decisiones con frecuencia aparecen apoyando sistemas que atentan contra el bien común o favorecen a grupos privilegiados” (CM 1,16).

9. Rechazamos igualmente el inmenso presupuesto de guerra destinado al mantenimiento de fuerzas que no están orientadas a la defensa de nuestra soberanía nacional, sino a la represión violenta de luchas populares y reivindicativas de obreros, campesinos y estudiantes, en defensa de las estructuras que interesan a minorías que detentan el poder económico y político.

“En determinados países se comprueba una carrera armamentista que supera el límite de los razonable. Se trata frecuentemente de una necesidad ficticia que responde a intereses diversos y no a una verdadera necesidad de la comunidad nacional. Una frase de Populorum Progressio resulta particularmente apropiada al respecto: cuando tantos pueblos tienen hambre, cuando tantos hogares sufren miseria, cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia… toda carrera de armamentos se convierte en un escándalo intolerable”(CM 2,13).

10. Hacemos un llamamiento a los distintos sectores populares y revolucionarios para que, prosiguiendo en sus organizaciones, búsquedas y luchas, no olviden la responsabilidad que tienen ante sí mismos y ante la historia y para que, destacando los objetivos comunes, traten de hallar las formas de unidad de acción y solidaridad que conduzcan a un frente revolucionario capaz de romper las cadenas e inaugurar el porvenir.

11. Por último, declaramos que estas afirmaciones están sustentadas por diferentes realizaciones concretas en el plano de la educación, de la organización comunitaria de base, de la organización misma de las comunidades eclesiásticas, etc. y que juzgamos necesario el que nuestra actitud de denuncia esté siempre respaldada por tales realizaciones de carácter constructivo y positivo.

B. La postura que acabamos de exponer es inseparable de nuestra tarea litúrgica, evangelizadora y de conducción de la comunidad eclesial. En este campo queremos destacar los siguientes aspectos:

1. En el ejercicio del ministerio de la Palabra debemos partir de la situación del hombre colombiano, de sus experiencias y de su anhelo de cambio social.

La falta de una auténtica evangelización hace que las actitudes religiosas de nuestro pueblo constituyan frecuentemente un freno del dinamismo personal del desarrollo integral. Por eso urge presentar la fe como un factor de cambio de una sociedad mas justa y humana.

Consideramos que la catequesis debe dar preferencia al mundo de los adultos y de los jóvenes (Cfr.CM 8,1;5,1).

2. La participación en la liturgia exige fundamentalmente una comunidad comprometida con el cambio social y en la construcción de una sociedad donde haya amor y justicia para todos (Cfr. CM 9,4.6).

Por su carácter de anticipo y de manifestación de la escatología, la celebración litúrgica ha de constituir un llamamiento y un compromiso continuo de transformación de una realidad siempre cambiante y limitada (Cfr.CM 9,7).

Pensamos que el ambiente mas adecuado para una liturgia auténtica es la comunidad de base en la que el cristianismo encuentra la vivencia de la comunión a la que ha sido llamado.

3. El servicio de la Iglesia a los hombres se debe llevar a cabo mediante la unificación de fuerzas y de iniciativas, que encuentra su máxima expresión cuando se hace colegialmente. De esto se deduce que en la búsqueda de una sociedad más justa y humana se deba renunciar a iniciativas personalistas.**Es necesario revisar los movimientos de laicos en nuestro país, que por lo general no responden a las exigencias actuales del compromiso de los cristianos (Cfr.CM 10,1-5). En especial merece revisarse la formación de sus élites, interrogándose sobre si responde a nuestra estructura colombiana y si se realiza dentro del mismo grupo humano, sin aislarlas de la comunidad a que pertenecen.**Frente al pueblo debemos descubrir los centros de interés que favorezcan a su promoción y dar preferencia a los marginados tanto del campo como de la ciudad.**Toda esta actividad de servicio debe estar por un testimonio personal y comunitario en la entrega completa y en la pobreza:**“La Iglesia de América Latina… experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor… La situación presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, el espíritu de pobreza que rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente de la economía y el poder en beneficio de la comunidad” (CM 14,7).**Creemos que va contra este espíritu de pobreza, entre otras muchas cosas que están en la mente de todos, el actual sistema arancelario en la administración de los sacramentos y en los servicios religiosos, cuyo aspecto de lucro impide la gratuidad de la gracia conferida y la significada por el sacramento.**No compartimos que organismos extranjeros se conviertan en distribuidores de excedentes agrícolas que, so pretexto de ayuda disimulan la explotación que ejercen a través del deterioro progresivo de las relaciones de intercambio, revistiéndose de una aureola de generosidad y creando en quienes la reciben el espíritu de limosneros.

Buenaventura, 13 de diciembre de 1.968.

Firman este documento: (13)

Mons. Gerardo Valencia Cano, Obispo de Buenaventura;
Edgar Arango Piedrahita, Bogotá;
Wilfer Angel Tamayo, Medellín;
Manuel Alzate, Cali;
Roberto Becerra Pinillo, Bucaramanga;
Luis Alfonso Cárdenas, (14) Buenaventura;
Benjamín Cardona Arango, Vaupés;
Luis Correa (15) García, Bogotá;
Angel Colombo, Tucumán (Argentina);
Gabriel Díaz Luque, (16) Medellín;
Jaime Escobar Guzmán, A.R. Ráquira;
Santiago Frank Pernía, S.J. Buenos Aires (Argentina);
Carmelo García, Bogotá;
René García Lizarralde, Bogotá;
Abel Giordana Peña, Bogotá;
Alfonso Gil Yepes, Buenaventura;
Alfonso Galindo Quevedo, Puerto Berrío;
Luis de Jesús Huertas Amaya, Tunja;
Rogelio Mausse (17) Guerrero, Quito (Ecuador);
Ligorio (18) López Rodas, Buenaventura;
Guillermo López Benjumea, Manizales;
Ismael Mejía Benjumea, Medellín;
Vicente Mejía Espinoza, Medellín;
Noel Olaya, Bogotá;
Hector Gerardo Parrado, Choachí;
Alvaro Ríos Rubiano, Ibagué;
Francisco Rubalcaba (19) López, Cartagena;
Jesús María (20) Venegas Sierra, Bogotá;
Oscar Vélez Betancurt, Medellín;
Tulio (21) Zolaque Parada, Pasto;
Luis Zabala Hererra, Bucaramanga;
Domingo Laín, Cartagena;
Benoit Lay, O.F.M., Bogotá.

Firmaron el documento 15 sacerdotes más, cuyos nombres no aparecen por discreción.

Notas

1 Cundinamarca.
2 “de común acción”, en D1.
3 “Monseñor”, en D1.
4 “del presente año”, en D1 y D2. Se explica el cambio de redacción en tanto CP fue publicado en 1973.
5 “el punto”, en D1 y D2.
6 CM: Conferencia Episcopal de Medellín. Las citas se han hecho siguiendo el sistema de referencias de la edición publicada por el Secretariado General del Celam: La iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio, vol.2., Conclusiones, Bogotá, 1968. (Nota de los originales).
7 “resuenan”, en D1 y D2.
8 “gemido”, en D2.
9 “como de”, en D1 y D2.
10 Este párrafo, en CP, se redacta a continuación del punto b. En D1 y D2, figura enseguida del punto b., como aquí lo reproducimos.
11 Inicia aquí un nuevo párrafo, en D1 y D2.
12 Inicia aquí un nuevo párrafo, en D1 y D2.
13 D1 reproduce los firmantes al inicio de su edición.
14 “Cárdenas Arenas”, en D1 y D2.
15 “Currea”, en D1 y D2. Este es el apellido correcto.
16 “Duque”, en D1 y D2.
17 “Hausse”, en D1 y D2.
18 “Liborio”, en D1 y D2.
19 Así, en D2. “Rubalca”, en D1.
20 En D1 y D2: “Jesús María Segura Martínez, Tunja”. Ensegida, nombra a “Alfonso Vanegas Sierra, Bogotá”. Seguramente el editor de CP mezcló los dos nombres.
21 Similar a lo anterior. Aparecen en D1, en su orden: “Tulio Vélez, Medellín. Hugo Zolaque Parada, Pasto”. En D2, “Tulio Vélez Maya”.

Labels: , ,

De apostolatu sociali in America Latina.

Pedro Arrupe
Prepósito Gral. de la C. de Jesús
12 diciembre 1966
Acta Romana Societatis Iesu
Volumen XIV

A los superiores mayores de América Latina

Muy amado en cristo, P. Provincial:

Como es sabido de todos, se celebró en Lima del 25 al 29 de julio la primera reunión de los Centros de Investigación y Acción Social (CIAS) de América Latina, a la que asistieron los PP. Directores y algunos otros PP. miembros de los CIAS. Era tanta a importancia que yo ciaba a este congreso, que quise que se celebrase a toda costa a pesar de los obstáculos y dificultades, que no faltaron1 y no dudé en hacerme representar por los dos pp. Asistentes de América latina también decidí que estuvieran presentes el P. asistente de Alemania y algún padre del Instituto de Ciencias Sociales de la Gregoriana, para dar más amplia base y más extensivas perspectivas a las deliberaciones. El fin de la reunión era que los PP. se conociesen mutuamente, juntos analizasen lo realizado hasta ahora, creasen juntos una conciencia común de la problemática y de las soluciones viables en el campo social, y, como fruto de su trabajo, me presentasen sus conclusiones y respuestas.

Los PP. congresistas creyeron oportuno reducir la agenda prevista y concentrarse en la elaboración de una como definición del CIAS, que formulase su naturaleza y función como órgano especializado de la Compañía exclusivamente dedicado al apostolado de ¡a justicia social; pues pareció a la gran mayoría que la carencia de tina conciencia común de dicha definición había sido en buena parte causa de malentendidos y desaciertos tanto dentro de los mismos CIAS, corno en sus relaciones con los Superiores.

Después de cinco días de trabajo intenso, a base de la experiencia y la reflexión de todos, se formularon las Conclusiones del congreso de Lima, que presentaban, después de un prolegómeno, el objetivo fundamental, el programa, la organización interna y autonomía del CIAS, y finalmente la necesidad de un ambiente favorable. Como propuesta específica, sujeta a la aprobación del P. General, se pedía la creación de un Consejo Latino-Americano de los CIAS (CLACIAS) (en sustitución del actual Secretariado), formado por varios Coordinadores Regionales y un Secretariado Ejecutivo: este nuevo órgano desempeñaría oficialmente la función de información y correspondiente consulta técnica ante los Provinciales, ante la Consulta técnica del P. General (ahora en periodo de formación) y ante el mismo P. General. El congreso sugería los nombres del Secretario Ejecutivo y de los Coordinadores Regionales.

Todas estas Conclusiones me fueron sometidas en un Documento. Otro Documento, denominado ‘Una toma de Posición oficial de la Compañía respecto al conflicto social en América Latina’, pedía al P. General una declaración que fuese más allá de los documentos dirigidos a uso exclusivo de los NN.

Ambos documentos, tan pronto como se recibieron en Roma, fueron enviados a los PP. Provinciales de América Latina, a algunos ex-Provinciales y a algunos peritos, para que me diesen su opinión. Recibidas las respuestas, estudiadas, consultados los Asistentes, y pedida finalmente la luz del Señor de todos, decidí promulgar los ESTATUTOS DE LOS CIAS DE AMERICA LATINA, conforme al documento anexo a esta carta: tales ESTATUTOS, que incorporan substancialmente todas las conclusiones del Congreso de Lima, entran en vigor con la presente promulgación.

Paso ahora a comentar brevemente algunos de los puntos de los ESTATUTOS, que, a juzgar por las respuestas recibidas podrían suscitar dificultades. Después me referiré a la mencionada Toma ele Posición.

1. En el Prolegómeno de los ESTATUTOS se ofrece una selección vigorosa de textos tomados casi a la letra del Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes), en los que se subraya la necesidad de una reforma de mentalidad y de estructuras, encaminada a corregir ‘el escándalo de las excesivas desigualdades económicas y sociales’; (1) desigualdades que, como no se reducen a la mera retribución monetaria por el trabajo, no pueden desaparecer con el mero aumento monetario de esta retribución, por ejemplo con una mejora de salarios. (2) El P. Janssens no dudó en denunciarlas en su conjunto como una situación ‘Evangelio repugnans’ e ’intolerabilis’. (3) El Concilio a su vez las califica de ‘contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad humana y a la paz social e internacional’. (4)

2. Con esto queda justificado el objetivo fundamental del CIAS, enunciado ya por la Congregación General XXIX y corroborado por la XXXI, cuando mandaba no perdonar esfuerzo alguno para que se instaurase un recto orden social público. (5) Cierto es que la misión primaria de la Iglesia — y de la Compañía — tiende a unir al hombre con su Criador y Señor, pero no es menos cierto que Dios ha querido santificar a los hombres no sólo uno a uno, como aisladamente, sino que los ha constituido en una sociedad de relaciones interpersonales y temporales, que le reconozca y le sirva; y que la Iglesia posee un quehacer, luz y energías, que fluyen de su misión religiosa primaria aptas para la estructuración temporal de la sociedad. (6) Así mismo es innegable que el cambio de estructuras temporales como tales, en lo que tiene de actividad secular, corresponde propiamente a los laicos, mientras nuestra tarea más bien se centra en el cambio de mentalidades Pero no podemos olvidar que las mismas actividades seculares no son exclusivas de los laicos. (7) Exhorto por tanto, a los PP Provinciales a reflexionar una vez más sobre este deber — humanizar y personalizar la sociedad — y a hacerlo comprender claramente incluso a los NN que no pertenecen a los CIAS, para gime ninguno obstaculice este empeño de tipo aparentemente menos sacerdotal sino que todos cooperen en él a la medida de sus fuerzas

3 Como el programa del CIAS y sus medios de acción social han parecido a todos adecuados me limito a subrayar aquí el medio de ¨Seminarios preferentemente de larga duración¨, hasta de un mes, e intensivos, como de seis horas al día. La experiencia en distintas regiones demuestra que, cuando se organizan convenientemente son de eficacia insospechable

4 Tampoco ha ofrecido mayor dificultad la organización y autonomía de los CIAS. Únicamente debo señalar que aunque las circunstancias no siempre permiten que el Superior sea un miembro del CIAS será siempre indispensable que esté dotado de tal sentido social, que le permita integrarse de corazón al trabajo del equipo. Respecto a la financiación de los CIAS, obviamente el ideal es que los CIAS, como comunidad autónoma, se sustenten por sí mismos mediante el trabajo peculiar de sus miembros, más que por limosnas; pero el primer Impulso hasta que se forme el equipo y se estabilice en sus actividades, necesitará formalmente ayuda de la Provincia y bienhechores por espacio tal vez de dos a tres años. Es mi deseo poder llegar a establecer junto a mí un Centro de Promoción de la Justicia Social Mundial una de cuyas funciones seria cooperar al financiamiento de los CIAS. Decididamente hay que evitar en nuestros CIAS una situación que imposibilite al equipo actuar como tal en su especialización, que precisa de una instrumentación apta. Encuentro justificada la preocupación de los PP. Provinciales que consideran excesivo el numero de especialistas requeridos para un CIAS, sobre todo en provincias privadas de amplios recursos de personal; pero creo que no debemos dispensarnos fácilmente del esfuerzo de crear ese CIAS modelos al menos con la colaboración de varias provincias de la región si otra solución no es verdaderamente viable. Sobre este particular, y acerca de la posibilidad tanto de fusionar CIAS durante la época de gestación como de trasladar sujetos aptos para la investigación y acción social de otras actividades al CIAS, desearía información pormenorizada tanto de los Provinciales como del Consejo Latino—Americano de los CIAS.

5. El párrafo acerca del ambiente favorable que debe circundar a los CIAS, incluye un punto que ha provocado opiniones claramente diversas de los PP. Provinciales: unos eran de parecer que el conceder a los CIAS el que un miembro perteneciese a la Consulta de Provincia no sólo era muy deseable, sino muy necesario, dentro de lo posible; otros, en cambio, eran de parecer que esta Preferencia » a los CIAS no estaba justificada porque también otros equipos técnicos podrían pretender semejante representación. Este segundo modo de argüir no es exacto porque coloca la llamada ¨técnica¨ del CIAS (dirigida hacia la justicia y la justicia social) al mismo nivel de otras ¨técnicas¨, de cuya importancia nadie debe dudar, pero cuyo contenido y repercusión moral no se pueden equiparar con el de la justicia social. De acuerdo en que el miembro del CIAS que sea nombrado consultor de provincia — norma muy deseable - no está en la Consulta como ¨representante del equipo del CIAS¨; evidentemente que tendrá en cuenta tanto la problemática del CIAS como la del resto de la provincia y procurará jerarquizarlas objetivamente conforme a esta prevalencia de la justicia social. Hemos de confesar que no nos hemos excedido en otorgar a lo social el lugar que en la escala de valores de la Compañía le corresponde: de ordinario nos hemos quedado cortos. No puedo menos de recordar la elocuente firmeza del P. Janssens, cuando pedía sentido social, para la Compañía; cito textualmente: ¨educados la mayoría (de los NN) en familias de clase elevada…, pocos son los que han podido conocer por si mismos la realidad de la vida del obrero y del labrador, la del oficinista y la de los empleados en los oficios más bajos a sueldo de los particulares o del Estado. Debemos caer en la cuenta de lo que supone verse humillado toda la vida; hallarse en la más baja condición; ser olvidado o despreciado por muchos; no poder presentarse en publico por falta de vestido decente y de educación social; sentirse instrumento con e! que otros se enriquecen; ver limitado hasta el pan de cada día y no tener nunca asegurado el porvenir; tener que arriesgar la salud, la dignidad, la honestidad, en un trabajo que excede cae muy por debajo de las propias fuerzas; encontrarse días y meses sin trabajo y sentirse atormentado por la inacción y la necesidad; no poder educar convenientemente a los hijos, sino tener que exponerlos a los inconvenientes de la calle, a la enfermedad, la miseria: tener que llorar a muchos de ellas, muertos en la niñez por falta de un cuidado competente; nunca gozar de un descanso síquico o corporal digno del hombre y ver, al mismo tiempo, junto a sí, que aquellos por quienes disfrutan de riquezas y comodidades hasta superfluas, se dedican a los estudios liberales y a las artes nobles, son alabados, acumulan honores, triunfan. Cuenten los NN cuántos son en su patria los privilegiados y cuántos estos desgraciados¨. (8) A la luz de estas frases del P Janssens, que describen la inhumana desigualdad social vigente, y a la luz de otros textos suyos semejantes, invito a los PP. Provinciales y a sus Consultas a examinar si de hecho han jerarquizado objetivamente la urgencia de las diversas actividades apostólicas en sus provincias.

6. Acerca del nuevo Consejo Latino-Americano de los CIAS (CLACIAS), deseaban con razón los Provinciales que se explicitasen las futuras atribuciones de este Consejo, que en principio aprobaban todos como utilísimo. Como consta por los ESTATUTOS, la función del CLACIAS, excluida toda jurisdicción, consiste informar a los Provinciales y al P General (y/o a su Consulta técnica de justicia social) acerca de las necesidades, remedios viables, conflictos, etc., en relación con la obra del apostolado social y con los CIAS; además en coordinar la acción conjunta de los CIAS, organizar mutua información y mutua ayuda, y en armonizar las distintas especializaciones etc. Eso si, cuino la función informativa es oficial, los miembros del CLACIAS, cada cual en su región, están autorizados para pedir y recibir toda clase de informes necesarios o conducentes para el desempeño de su cargo. Y pueden discutir entre sí estos informes para mejor poder exponer al P. General y a los PP. Provinciales sus puntos de vista sólidamente fundados. Semejante función y atribuciones del CLACIAS y de los Coordinadores Regionales valen especialmente del Secretario Ejecutivo, cuya misión específica es dar unidad y eficacia al conjunto de la labor social en América Latina. Su cometido exigirá al Secretario Ejecutivo que le dedique prácticamente todo su tiempo y a los Coordinadores Regionales que le den normalmente la mayor y mejor parte de él. Sean por tanto fáciles los Provinciales en ayudar eficazmente a los miembros del CLACIAS y al Secretario Ejecutivo en el desempeño de sus funciones.

7. Al concluir este rápido comentario sobre los nuevos Estatutos de los CIAS de América Litina, que promulgo con la esperanza de que el Señor se digne bendecirlos y hacerlos fructificar, no puedo menos de reflexionar un momento con todos los NN. de América Latina, sobre los motivos por los cuales los CÍAS no han logrado en conjunto los resultados que eran de esperar de los planes del P. Janssens: Estos motivos quizá se puedan reducir básicamente a tres: primero, el Apostolado social es e! que entraña mayor complejidad y tiene que resolver, por razones apremiantes de conciencia y justicia social, realidades más insoslayables; mientras que otros apostolados, incluso el científico y el de la educación presentan, sin duda una problemática trascendental, que con lodo está en cierto sentido más al alcance de soluciones y medios en nuestro poder. Segundo, la Compañía, de hecho, no está eficazmente orientada hacia el apostolado en favor de la justicia social; ha estado siempre más bien enfocada, conforme a una estrategia justificada fundamentalmente por condiciones históricas, a ejercer un impacto sobre las clases sociales dirigentes y la formación de sus lideres; y no precisamente sobre los factores de evolución, que hoy fuerzan la transformación social. Tercero, insuficiencia de hombres y medios indispensables: los hombres que con gran esfuerzo se iban destinando y formando, se hallaban después medio aislados, poco comprendidos, desprovistos de medios aptos, en una aventura apostólica nueva: quizás no todos poseían fuerzas proporcionadas para superar las extraordinarias dificultades inherentes y consiguientes al rápido sucederse de las formas sociales. No está ciertamente en nuestras manos el convertir en más fácil un apostolado intrínsecamente erizado de problemática y tensiones y frustraciones; pero sí es nuestro deber ineludible el crear una estrategia nueva de gobierno y unos equipos de hombres, que formen un bloque firme y que, apoyados en la gracia apostólica de nuestra vocación, desempeñen su misión en América Latina. Si lo que pretendemos en nuestra labor por la justicia social es instaurar el orden justo que Dios quiere y como El lo quiere, no dejaremos de experimentar su protección indefectible: pero nos toca a nosotros seleccionar los medios estratégicos, como si el Señor lo hubiese abandonado todo en nuestras manos. Confío en El, que la constitución de este Consejo Latino-Americano de los CIAS contribuirá definitivamente a dar solidez y apoyo vital mutuo, por encima de las fronteras de provincias y naciones, a los NN. consagrados a lo social. Sólo en la entrega sincera de sí al prójimo puede lograr el hombre su propia plenitud. (9)

8. Finalmente queda un asunto por cierto nada sencillo: me refiero a la Toma de Posición de la Compañía frente al conflicto social de Latino-América. Cuestión por demás delicada.

Por una parle, no dudo en aceptar el espíritu de una Toma de Posición, e incluso en ir más allá, en el sentido de reconocer que la Compañía tiene contraída una cierta obligación moral de reparar visiblemente, y no sólo frente a los NN. lo que como jesuitas hemos dejado y estamos dejando de hacer por la justicia social y la equidad social, omisión que resulta en definitiva en contra de los pobres: este espíritu de reparación quisiera verlo más vivo en todos, comenzando desde luego por los mismos Superiores.

Por otra parte, me ha parecido más acertado no hacer todavía una declaración de palabra hacia afuera, sino comenzar con la elocuencia de los hechos a actuar inmediatamente en favor de la justicia social. Y así, el día en que nuestra acción inequívoca en favor de la justicia social reclame y tolere una justificación y explicación en público, ese día, no sólo podrá sino deberá formularse nuestra toma de posición sin titubeos.

Entre tanto he decidido empezar por una toma de posición interna, dentro de la Compañía, a la que deseo dar desde ahora pleno vigor: Es tristemente grave que haya todavía hoy en la Compañía, aun entre los que tiene cargos de gran responsabilidad quienes no han captado la urgencia y prevalencia del problema de justicia social. Yerran, sin duda, los que equiparan el sentido del apostolado social, tal como queda auténticamente definido, con el de otras actividades técnicas: juicio en verdad nada acertado, que no tiene en cuenta la complejidad moral, única, del problema social.

Además, las posibilidades de la Compañía de satisfacer las directivas de la Iglesia y de dar realidad a su doctrina social, nos debería hacer reflexionar a fondo: el fin de la Compañía, atenta a lo más universal y más duradero, nuestros treinta y seis mil jesuitas, repartidos por las más variadas latitudes y culturas y niveles sociales, y, digámoslo con toda humildad, el grado mismo de disponibilidad de elemento humano en la Compañía: un conjunto, que apremia nuestro sentido de responsabilidad personal y colectiva y nos recuerda con intensidad nueva que la respuesta que en otros no sería poco, lo puede ser ciertamente en nosotros.

Hay que caer en la cuenta de que las estructuras socioeconómicas, dada su interdependencia mutua, se constituyen en un bloque o sistema total social; la insuficiencia intrínseca de algunas de las estructuras fundamentales vigentes para establecer un orden social justo se traduce en una insuficiencia global del sistema vigente, que está en desacuerdo con el Evangelio

De aquí se sigue la obligación moral de la Compañía de repensar todos sus ministerios y apostolados y de analizar si realmente responden a los requisitos de la urgencia y prevalencia de la justicia y aun de la equidad social. Incluso un apostolado tan sinceramente querido por la Compañía y de cuya trascendencia nadie duda, como es la educación en sus distintos niveles, debe ser sometido a reflexión en su forma concreta actual a la luz de las exigencias del problema social: porque es pensable que determinados colegios — sea por el tipo casi exclusivo de su alumnos o por su sistema de financiamiento - susciten dudas serias acerca de su razón de ser o de la conveniencia de su transformación radical. Esta consideración ampliada a todos los ministerios de América Latina, llevó al P Janssens a afirmar categóricamente: ¨Se muy bien que más de una vez os atormento cuando parece que impongo nuevo peso a hombres ya en demasía sobrecargados; tomad las obras ya comenzadas, no como si tuviésemos, la obligación de seguir conservándolas todas; antes bien analizad con otros ojos, Como si ahora por primera vez se tratase de establecer la provincia desde sus cimientos, lo que tenéis y lo que todavía no tenéis. Abandonad con fortaleza lo que es de menor importancia; emprended lo que de veras la tiene mayor ...¨ (11). Una plena integración en la vida cotidiana de esta auténtica escala moral de valores, pesa día a día sobre la responsabilidad personal de cada uno de los NN. y la apremia. Los Provinciales, por su parte, utilicen todos los elementos de información y juicio a su alcance, entre los cuales juega papel preeminente el GLACIAS, por la misma naturaleza del asunto.

Por lo demás evidentemente la Compañía está al servicio de Jesu - Cristo, que ama a todos, con preferencia a los pobres; nuestro esfuerzo y deseo ilimitado porque se instaure un orden social justo y conforme al Evangelio, no nos permite tomar partido con uno u otro bando litigante, como tal; nosotros somos partidarios exclusivamente de la verdad, de la justicia, de la equidad, del amor; y a sus leyes nos atenemos. Hemos de evitar el ser hirientes, ásperos, demagogos, pero no vamos a extrañarnos si ¨la verdad no gusta a todos¨. (12) Delicados sí; pero firmes, sin respeto humano; ésa es nuestra Postura ante la verdad, que ciertamente desagradará a más de uno y posiblemente repercutirá en algunas de nuestras actuales relaciones con los más poderosos. Nuestra roca y nuestro fuerte es sólo el Señor, (13) por cuyo amor nos empeñamos en cooperar por un mundo mejor que el que hemos recibido. Naturalmente una postura y una doctrina tan decisivas exigen la confirmación y el respaldo de una vida dura y virilmente austera, corno Cristo pobre. Todo otro estilo de sida y trabajo por la justicia social resultará vacío.

Respecto a las clases de los más acomodados y afortunados nos hemos de preguntar con el P. Janssens si nuestros alumnos y conocidos ¨no han recibido de nosotros confirmación de los prejuicios de clase, que acaso traían de sus familias.¨ (14) Obviamente el amor de Jesu - Cristo y del prójimo no nos deja desentendernos de ellos; al contrario; pero si hemos de Interrogarnos si nuestro trato ¨llega a abrir brecha en los ricos¨ ... provocándoles ¨una decisión constante de extirpar de raíz la enorme desigualdad de las condiciones humanas¨. (15) Y recuérdese aquí que no se satisface a la justicia social meramente con la concesión de esporádicas limosnas ni con tranquilizantes mejoras de salarios. La verdadera reforma social tiende a dar a cada uno ocasión de realizar la perfección y plenitud de su persona humana, ejercitando su responsabilidad y su iniciativa. Es injusto un orden social que no hace posible el ejercicio de la propia iniciativa y responsabilidad, conforme a la dignidad humana, aunque este orden social fuera tal que asegurase una retribución monetaria justa y equitativa en sí. (16) Ni se crea que las clases más poderosas hoy han de ser los agentes más principales de la transformación social; (17) principales agentes de una reestructuración radical más justa no lo han sido nunca, ni apenas lo pueden ser por sí solos más que en casos aislados El remodelar la sociedad de una manera más justa, equitativa y humana, afecta más hondamente que a nadie a los pobres, a los obreros a los campesinos, al conjunto de clases sociales, que se encuentran forzadamente mantenidas al margen de la sociedad, sin posibilidad de disfrutar adecuadamente de sus bienes y servicios y sin posibilidad de participar en sus decisiones; decisiones que, precisamente en cuanto afectan más directamente los intereses de los pobres y menospreciados, no deberían ser tomadas sin su presencia activa. (18) Nadie debe sustituirlos en las decisiones básicas sobre sus propios intereses, ni siquiera con la excusa de hacerlo mejor que ellos mismos. Aconsejarles, formarles, orientarles, especialmente a sus lideres, sí; suplantarles y decidir por ellos sin su expreso consentimiento. no. Esta suplantación — siempre a salvo la intervención del Estado conforme al bien común - no armoniza con la justicia social cristiana. En última instancia la nueva sociedad que anhelamos, no es meramente una sociedad en la que cada individuo posea sencillamente más bienes y más servicios, sino una sociedad en la que cada individuo consiga realizarse más y más corno persona humana y en ese sentido no sólo tenga más, sino que sea más. (19)

Y ya no me resta sino bendecir de corazón a todos los NN. que han entregado sus energías y las siguen gastando por esta gran causa de la justicia social. Espero que, si la Compañía en América Latina y en todo el mundo reacciona por amor al prójimo y se lanza hacia la realización de un orden social más justo y equitativo, tanto en el reparto de los bienes, como en la participación responsable en la vida social, económica y política, Dios Nuestro Señor perdonará misericordiosamente nuestras omisiones y nuestros posibles escándalos. Porque la caridad cubre muchedumbre de pecados.

Roma, diciembre 12 de 1966.

Afmo. en Jesu-Cristo

Pedro Arrupe
Prepósito Gral. de la C. de Jesús

Notas


1 GS. n. 29
2 MM, ed. BAC n. 82, 83.
3 AR XIII 874.
4 GS, n. 29.
5 AR XI 38 - 40; C.G. XXXI, De Ap, Soc.
6 GS. n. 42.
7 GS. n. 43.
8 AR XI 714
9 GS, n. 24.
10 Cfr. Pablo VI a la UCID. L’Oss. Rom. 8—9 junio 1961; y a la Jerarquía de A.L., ib. 25 nov. 1965
11 AR XIII 876.
12 AR XI 723.
13 Ps. 30, 4
14 AR XI 720
15 AR XII 411.
16 MM. ed. BAC n. 82, 83; cfr. 92, 96.
17 MM. Ed. BAC n. 144: ¨Verumtamen pursuasum nobis est cum de re rustica agatur, auctores principesque sive reí oeconomicae augendae, sive animi cultus provehendi, sive socialium rationum promovendarum, eosdem esse homines, quórum intersit, ipsos videlicet agricolas¨

Labels: , ,

Tuesday, October 28, 2008

II ENCUENTRO DEL GRUPO SACERDOTAL DE GOLCONDA.

Se reproduce aquí, como cuerpo principal (CP), el documento de Golconda publicado en “La Iglesia Latinoamericana y el socialismo” (INDAL, #8, julio 1973, p.119-123).

Se realiza edición crítica con las siguientes dos ediciones:

II Encuentro Grupo Sacerdotal de Golconda, Sindicato de trabajadores de la Universidad Na-cional de Colombia. (D1)

II Encuentro del Grupo Sacerdotal de Golconda, Acción Sindical de Cundinamarca (Asicun). (D2)

II ENCUENTRO DEL GRUPO SACERDOTAL GOLCONDA
Buenaventura, 9 a 13 de diciembre de 1968
DOCUMENTO FINAL

PRESENTACION

En el mes de julio de este año nos reunimos por primera vez 50 sacerdotes de todo el país en la finca de Golconda, Municipio de Viotá (Cundinamarca).

Queríamos conocer los trabajos que, en el campo social, cada uno realizaba. En este primer Encuentro nos aglutinó la finalidad de profundizar en el conocimiento de la Populorum Pro-gressio.

Necesariamente en esta reunión no se pudo establecer una línea general común de acción , pero sí sentimos la necesidad de organizarnos para intercambiar experiencias y coordinar tra-bajos.

Por eso se pensó en la organización de un II Encuentro que tuviera como sede a Buenaventura, debido a la acogida ferviente que nos hizo su obispo, Mons. Gerardo Valencia.

La reunión se realizó del 9 al 13 de diciembre del año 1968 , con la asistencia de sacerdotes de todo el país y 3 sacerdotes de otros países de América Latina.

El tiempo de adviento en el que se realizó la reunión tiene especial significación. La esperanza de salvación que celebramos en este tiempo nos lleva reflexionar sobre la relación de esta esperanza con las aspiraciones del hombre colombiano.

El objetivo de nuestra reunión se circunscribió a la problemática social de nuestro país. Y es éste punto de vista desde el cual hemos estudiado nuestra acción pastoral.

El presente Documento es el fruto de nuestro II Encuentro.

El Comité de Redacción.


INTRODUCCIÓN.

“América Latina parece que vive aún bajo el signo trágico del subdesarrollo, que no sólo apar-ta a nuestros hermanos del goce de los bienes materiales, sino de su misma realización huma-na”.

“Como cristianos, creemos que esta etapa histórica de América Latina está vinculada íntima-mente a la historia de la salvación” (CM Mensaje) .

“Llena de una anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de madura-ción personal y de integración colectiva... evidente signo del Espíritu que conduce la historia de hombres y de los pueblos hacia su vocación... Así como otrora Israel, el primer pueblo, ex-perimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva, cuando se da el verdadero de-sarrollo, que es paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas” (CM I 4,5,6).

Estas palabras de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano reunido en Medellín resue-na clamorosamente en nuestra conciencia, como los gemidos inenarrables del espíritu, de que nos habla el apóstol Pablo (Rom. 8,26).

Como sacerdotes, compartimos vivamente la preocupación de nuestros obispos. Siguiendo su ejemplo nos hemos reunido precisamente para encaminar "nuestra reflexión hacia la búsqueda de una nueva y más intensa presencia de la Iglesia en la actual transformación de América La-tina" (CM I.8) y de nuestra Patria en particular.

Nos hemos impuesto la tarea de lograr una visión objetiva de esta realidad de explotación, a la que los obispos se refieren, para reflexionar sobre ella a la luz del Evangelio, a fin de en-contrar orientaciones pastorales concretas de una acción sacerdotal coherente y a nivel na-cional.

Fruto de nuestro trabajo es el presente Documento, que manifiesta nuestro estudio, reflexión y compromiso y que ofrecemos, como un servicio, a todo el pueblo de Dios, en particular a nuestros hermanos en el sacerdocio, así como también a todos los colombianos de buena voluntad comprometidos en el cambio radical de estructuras.


I. ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN COLOMBIANA

Manifestamos clara y enérgicamente que la situación trágica de subdesarrollo que sufre nues-tro país -al contrario de lo que ciertas interpretaciones deformantes de la realidad creen- es un producto histórico de la dependencia económica, política, cultural y social de los centros extranjeros de poder, que la ejercen a través de nuestras clases dirigentes. (Cfr. CM 2:9e).

Lo característico del subdesarrollo colombiano, como toda Latinoamérica, está precisamente en la dominación ejercida sobre nuestra sociedad por una clase minoritaria, cuyos privilegios se remontan a la época colonial. Efectivamente, las luchas de independencia, lejos de limitar su poder, contribuyeron a afianzarlo más. No se dió en verdad entonces una revolución del pueblo, sino un cambio de guardia -el primero de una serie indefinida que llega hasta nosotros en toda Latinoamérica- el paso del gobierno colonial a manos de la aristocracia criolla.

Los ejércitos que entonces se improvisaron fueron mantenidos luego para seguir protegiendo, hasta nuestros días, ese “orden” establecido.

El poder político surgió como tutor y promotor de ese sistema de privilegios, que la Constitu-ción Nacional vino a justificar. La Iglesia, por su parte, lo sacralizó, como si tuviera la expre-sión inequívoca de la voluntad de Dios.

Esta clase dirigente, renovada y fortalecida allá por los años 30, aparece como dueña absoluta de las tierras que otrora pertenecieron los indígenas, para utilizarlas en su exclusivo prove-cho.

En cuanto al pueblo, la inmensa mayoría de la población, quedó imposibilitado -luego de haber derramado su sangre en los campos de batalla- para vivir como ciudadanos en su propia patria.

Tras los edificios monumentales, los lujosos aeropuertos, las autopistas, yace un pueblo su-friente, humillado, amordazado por su misma inconsciencia y acomplejado por las fuerzas re-presivas de una violencia instalada en el poder.

¿Qué hacer para liberar a este pueblo de bautizados, de hijos de Dios, de esta verdadera ser-vidumbre y esclavitud, para usar expresiones de nuestros Obispos?

Se habla mucho de una verdadera y auténtica reforma agraria. ¿Pero, será posible tal reforma sin cambiar previamente las estructuras, ya aludidas, de dependencia exterior?

Es precisamente esta situación de dependencia la que genera la actual estructura distorsiona-da, que suele calificarse equívocamente de subdesarrollo, y que nos lleva a pensar, por consi-guiente, en términos puramente cuantitativos, es decir, términos en que la superación del subdesarrollo podría realizarse por la simple intensificación del esfuerzo, sin necesidad de cambios estructurales. Ello supone el desconocimiento de que es la revolución industrial la causa y motor del subdesarrollo.

Por eso podemos caracterizar como causa y motor del subdesarrollo:

La carencia de una industria pesada, que genera la dependencia industrial respecto a los medios de producción: maquinarias y equipos;

y la existencia de una producción industrial que no genera divisas, por la falta de mercados en los centros de poder, lo que priva al país de la posibilidad directa de autofinanciación, teniendo que apoyarse en un producto como es el café, sin relación necesaria con nuestro desarrollo industrial.

Indudablemente que esta situación es imposible de superar sin una verdadera revolución que produzca el desplazamiento de las clases dirigentes de nuestro país, por medio de las cuales se ejerce la dependencia del exterior .

Asimismo, la verdadera reforma agraria, que ofrezca al pueblo, tan honrado en los discursos políticos a la hora de las promesas, pero crucificado a la hora de los hechos, un real acceso al disfrute de la tierra, y por consiguiente, a la participación de la producción, en las decisiones del país y en su grandeza.

“Dios ha destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia, inseparable de la caridad" (Vat.II, Const. Iglesia y Mundo n.69).

“La tierra es de todos, no de los ricos” (San Ambrosio, de Nabuthe Israelita, XII, P.L., T. XIV, col.731).

Otro tanto habrá que decir en cuanto a la reforma urbana. Creemos que aparecerá necesaria-mente como una de las primeras etapas por realizar, una vez emprendido el cambio radical de estructuras.

Por todo lo cual nos parecen sumamente débiles los argumentos herodianos que señalan como causa fundamental del subdesarrollo los factores antropológicos y sociales de nuestro pueblo: indolencia, incultura, herencia ancestral. Con esto no queremos minimizar la importancia de los recursos humanos. Al contrario, somos conscientes de su papel, como elementos laboriosos y disciplinados, para la revolución, que necesariamente debe ser popular o no ser.

De todos modos, no queremos dejar de subrayar el freno que puede representar, para el paso hacia el desarrollo y para todo este proceso, la existencia en nuestras naciones de elementos que, por su pasado, resultan lentos para participar en el ritmo acelerado de una nación en revolución.

En resumen, podemos decir, que debido a esta situación y violencia institucionalizada, “pese a los esfuerzos que se efectúan, se conjugan el hambre y la miseria, las enfermedades de tipo masivo y la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, profundas desigualdades en los ingresos y tensiones entre las clases sociales, brotes de violencia y escasa participación del pueblo en la gestión del bien común” (CM Mensaje).


II. REFLEXIÓN A LA LUZ DEL EVANGELIO

Ante la situación analizada, es necesario asumir un compromiso que conlleve no solo una re-flexión, sino también una actuación de cocreadores en el dominio de la creación.

Esta actitud se funda en una visión teológica que tiene que tiene como base la doctrina conci-liar y el Documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín.

Dado el objetivo de nuestro Encuentro y para dar respuesta a ciertas inquietudes sacerdota-les, nuestra reflexión se limitó a subrayar y dar énfasis a la inclusión de lo temporal en el de-signio salvífico y al compromiso del sacerdote en lo temporal.

1.Inclusión de lo temporal en el designio salvífico.

Al responder los hombres a las situaciones concretas de su existencia, van dando res-puesta a la revelación de Dios y va profundizando la Iglesia el sentido de la misma reve-lación y de su compromiso (Cfr. Vat.II, Iglesia y Mundo n.44).

Se comprueba un progreso teológico en el campo de la antigua antinomia, exagerada y mal entendida, entre lo temporal y lo eterno, lo natural y lo sobrenatural, lo terrestre y lo celestial. La distinción que no decía separación, llegó a decirla y a degenerar en pug-na, cuando la realidad es una en sí misma y es una e indivisible en el designio de Dios, donde ciertamente (Cfr.Gen.1-2) lo material, lo humano, lo cósmico, distinto de Dios, tiene valor por sí mismo y, al mismo tiempo, es fruto de la voluntad de Dios y no degene-ración en el plano del ser y del valer.

“Sin caer en confusiones o en identificaciones simplistas se debe manifestar siempre la unidad profunda que existe entre el proyecto salvífico de Dios, realizado en Cristo y las aspiraciones del hombre, entre la historia de la salvación y la historia humana, entre la Iglesia, pueblo de Dios, y las comunidades temporales; entre la acción reveladora de Dios y la experiencia del hombre; entre los dones y carismas sobrenaturales y los valores humanos. Excluyendo así toda dicotomía o dualismo en el cristiano...” (CM 8,4; Cfr.1,3-5;2,14b).

El rechazo de la antinomia tiene serias consecuencias en la visión cristiana de realidades antes pocos valoradas, como el trabajo manual o industrial, la vida social, económica y política, etc. Estas realidades deben ser consideradas como partes integrantes del desig-nio de Dios sobre la realización humana y el desarrollo personal y social y, por tanto in-dispensable para la respuesta de fe a Dios.

La misma vida de fe no puede entenderse, en forma alguna, como simple acto de carác-ter intelectual, sino como actitud de compromiso a la luz del designio de Dios con todo lo que constituye lo humano, en el plano individual, social, económico, político, educativo, etc.

Consecuentemente, y lo dice claramente el documento de Medellín, la acción evangeli-zadora, el despertar de la fe, se encuadra, con necesidad absoluta en las aspiraciones humanas y en la problemática de lo humano.

“La catequesis actual debe asumir totalmente las angustias y esperanzas del hombre de hoy, a fin de ofrecerle las posibilidades de una liberación plena, las riquezas de una sal-vación integral en Cristo, el señor. Las situaciones auténticamente humanas forman parte indispensable del contenido de la catequesis” (CM 8,6; Cfr.9.6.7).

El entroncamiento de la fe en las aspiraciones humanas no se limita a tomar pie en ellas, sintiéndolas como oportunidades u ocasiones, sino convirtiéndolas en expresiones autén-ticas de la misma fe y dándoles una dimensión de trascendencia.

2. El sacerdote y lo temporal.

Las anteriores consideraciones sobre la tarea evangelizadora de la Iglesia permiten de-terminar las condiciones en que se realiza la acción del sacerdote.

“La consagración sacramental del orden sitúa al sacerdote en el mundo para el servicio de los hombres… Esto exige en todo sacerdote una especial solidaridad de servicio huma-no… de tal modo que su consagración resulte una manera especial de presencia en el mundo, más bien que una segregación de él… Descubriendo el sentido de los valores temporales, deberá procurar conseguir la síntesis del esfuerzo humano, familiar, profe-sional, científico o técnico, con los valores religiosos…” (CM II,17,18).

Consideramos que esto no es posible si no es por medio de un compromiso sincero en lo temporal sin el cual el testimonio del sacerdote corre el riesgo de carecer de autentici-dad, de eludir responsabilidades y de desconocer que esta hora “se ha tornado, con dra-mática urgencia, la hora de la acción”(CM I:3).

Queremos destacar, especialmente, la necesidad de asumir tareas y actitudes que permi-tan “colaborar en la formación política” de los ciudadanos, de suerte que “consideren su participación en la vida política de la nación como un deber de consciencia y como el ejercicio de la caridad, en su sentido más noble y eficaz para la vida de la comunidad” (CM 7,21;1,16); la necesidad de “alentar y favorecer todos los esfuerzos del pueblo por crear y desarrollar sus propias organizaciones de base” (CM 2,27;Cfr.2,18); la necesidad de una “tarea de concientización y educación social”(CM 1,17;Cfr.2,18).


III. ORIENTACIÓN PARA LA ACCIÓN.

Para explicar nuestra actitud de fidelidad a la Iglesia y a la necesaria solidaridad con el pueblo al que tenemos que servir, exponemos nuestra postura ante los acontecimientos analizados anteriormente y declaramos que no ahorraremos esfuerzos para lograr su realización en un quehacer concreto, porque estamos invitados “a tomar decisiones y establecer proyectos, so-lamente si estamos dispuestos a ejecutarlos como compromiso pastoral nuestro, aun a costa de sacrificios”(CM I,3).

Esto nos exige una actitud pastoral militante, tendiente a eliminar todas aquellas circunstan-cias que conspiran contra la dignidad humana.


A. En el campo social, económico y político destacamos los siguientes objetivos:

1. Insistir en que no basta la buena voluntad y en que es necesario conocer la realidad ob-jetiva.

2. Elaborar una metodología científica de investigación y de trabajo que nos impida caer en el empirismo y en el practicismo.

3. Comprometernos cada vez mas en las diversas formas de acción revolucionarias contra el imperialismo y la burguesía neocolonial, evitando caer en actitudes meramente contem-plativas y, por tanto, justificadoras.

4. Evitar reducirnos a un trabajo comunitario estrecho que pierda la perspectiva del con-junto nacional e internacional.

5. Luchar denodadamente por la actualización de las estructuras eclesiásticas, tanto en su organización interna como en la liquidación de rezagos preconciliares, tales como el ma-ridaje entre la Iglesia y el Estado, cuya separación es exigida por la diferente dimensión de la personalidad y de la sociedad en que se colocan la acción eclesial y la acción civil, las cuales, aunque constituyen una única realización en el individuo y en la sociedad, se distinguen por el carácter trascendente de la primera (Cfr. Vat.II,Iglesia y Mundo n.76):

“La Iglesia deberá mantener siempre su independencia frente a los poderes constituídos y los regímenes que lo expresan, renunciando si fuere preciso aun a aquellas formas legí-timas de presencia que a causa del contexto social, la hacen sospechosa de alianza con el poder constituído y resultan, por eso mismo, un contrasigno pastoral” (CM 7,21).

6. La enérgica reprobación que hacemos del capitalismo neocolonial, incapaz de solucionar los agudos problemas que aquejan a nuestro pueblo, nos llevan a orientar nuestras ac-ciones y esfuerzos con miras a lograr la instauración de una organización de la sociedad de tipo socialista, que permita la eliminación de todas las formas de explotación del hombre por el hombre y que responda a las tendencias históricas de nuestro tiempo y a la idiosincrasia del hombre colombiano.

7. Nuestro convencimiento de la necesidad de un cambio profundo y urgente de las estruc-turas socioeconómicas y políticas del país nos llevan a hacernos solidarios, sin discrimi-nación alguna con todos los que luchan por ese cambio. “Alentar y elogiar las iniciativas y trabajos de todos aquellos que en los diversos campos de la acción constribuyen a la creación de un orden nuevo que asegure la Paz en el seno de nuestros pueblos”(CM 2,33).

8. Rechazamos como maniobra divisionista la existencia de los llamados partidos políticos tradicionales que enfrentan a nuestro pueblo en dos grandes bandos, dirigidos, cada uno de ellos, por sectores igualmente explotadores de las masas populares e igualmente su-misos y colonizados por los monopolios extranjeros.

“El ejercicio de la autoridad política y sus decisiones tienen como única finalidad el bien común. En Latinoamérica tal ejercicio y decisiones con frecuencia aparecen apoyando sistemas que atentan contra el bien común o favorecen a grupos privilegiados” (CM 1,16).

9. Rechazamos igualmente el inmenso presupuesto de guerra destinado al mantenimiento de fuerzas que no están orientadas a la defensa de nuestra soberanía nacional, sino a la represión violenta de luchas populares y reivindicativas de obreros, campesinos y estu-diantes, en defensa de las estructuras que interesan a minorías que detentan el poder económico y político.

“En determinados países se comprueba una carrera armamentista que supera el límite de los razonable. Se trata frecuentemente de una necesidad ficticia que responde a inter-eses diversos y no a una verdadera necesidad de la comunidad nacional. Una frase de Po-pulorum Progressio resulta particularmente apropiada al respecto: cuando tantos pueblos tienen hambre, cuando tantos hogares sufren miseria, cuando tantos hombres viven su-mergidos en la ignorancia… toda carrera de armamentos se convierte en un escándalo in-tolerable”(CM 2,13).

10. Hacemos un llamamiento a los distintos sectores populares y revolucionarios para que, prosiguiendo en sus organizaciones, búsquedas y luchas, no olviden la responsabilidad que tienen ante sí mismos y ante la historia y para que, destacando los objetivos comu-nes, traten de hallar las formas de unidad de acción y solidaridad que conduzcan a un frente revolucionario capaz de romper las cadenas e inaugurar el porvenir.

11. Por último, declaramos que estas afirmaciones están sustentadas por diferentes realiza-ciones concretas en el plano de la educación, de la organización comunitaria de base, de la organización misma de las comunidades eclesiásticas, etc. y que juzgamos necesario el que nuestra actitud de denuncia esté siempre respaldada por tales realizaciones de carácter constructivo y positivo.


B. La postura que acabamos de exponer es inseparable de nuestra tarea litúrgica, evangeliza-dora y de conducción de la comunidad eclesial. En este campo queremos destacar los si-guientes aspectos:

1. En el ejercicio del ministerio de la Palabra debemos partir de la situación del hombre co-lombiano, de sus experiencias y de su anhelo de cambio social.

La falta de una auténtica evangelización hace que las actitudes religiosas de nuestro pueblo constituyan frecuentemente un freno del dinamismo personal del desarrollo inte-gral. Por eso urge presentar la fe como un factor de cambio de una sociedad mas justa y humana.

Consideramos que la catequesis debe dar preferencia al mundo de los adultos y de los jóvenes (Cfr.CM 8,1;5,1).

2. La participación en la liturgia exige fundamentalmente una comunidad comprometida con el cambio social y en la construcción de una sociedad donde haya amor y justicia pa-ra todos (Cfr. CM 9,4.6).

Por su carácter de anticipo y de manifestación de la escatología, la celebración litúrgica ha de constituir un llamamiento y un compromiso continuo de transformación de una realidad siempre cambiante y limitada (Cfr.CM 9,7).

Pensamos que el ambiente mas adecuado para una liturgia auténtica es la comunidad de base en la que el cristianismo encuentra la vivencia de la comunión a la que ha sido lla-mado.

3. El servicio de la Iglesia a los hombres se debe llevar a cabo mediante la unificación de fuerzas y de iniciativas, que encuentra su máxima expresión cuando se hace colegialmen-te. De esto se deduce que en la búsqueda de una sociedad más justa y humana se deba renunciar a iniciativas personalistas.**Es necesario revisar los movimientos de laicos en nuestro país, que por lo general no responden a las exigencias actuales del compromiso de los cristianos (Cfr.CM 10,1-5). En especial merece revisarse la formación de sus élites, interrogándose sobre si responde a nuestra estructura colombiana y si se realiza dentro del mismo grupo humano, sin aislarlas de la comunidad a que pertenecen.**Frente al pueblo debemos descubrir los centros de interés que favorezcan a su promoción y dar preferencia a los marginados tanto del campo como de la ciudad.**Toda esta actividad de servicio debe estar por un testimonio personal y comunitario en la entrega completa y en la pobreza:**“La Iglesia de América Latina… experimenta la urgencia de traducir ese es-píritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y au-téntico de su Señor… La situación presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, el espíritu de pobreza que rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente de la economía y el poder en beneficio de la comunidad” (CM 14,7).**Creemos que va contra este espíritu de pobreza, entre otras muchas cosas que están en la mente de todos, el actual sistema arancelario en la administración de los sacramentos y en los servicios religiosos, cuyo as-pecto de lucro impide la gratuidad de la gracia conferida y la significada por el sacra-mento.**No compartimos que organismos extranjeros se conviertan en distribuidores de excedentes agrícolas que, so pretexto de ayuda disimulan la explotación que ejercen a través del deterioro progresivo de las relaciones de intercambio, revistiéndose de una aureola de generosidad y creando en quienes la reciben el espíritu de limosneros.

Buenaventura, 13 de diciembre de 1.968.

Firman este documento :

Mons. Gerardo Valencia Cano, Obispo de Buenaventura;
Edgar Arango Piedrahita, Bogotá;
Wilfer Angel Tamayo, Medellín;
Manuel Alzate, Cali;
Roberto Becerra Pinillo, Bucaramanga;
Luis Alfonso Cárdenas , Buenaventura;
Benjamín Cardona Arango, Vaupés;
Luis Correa García, Bogotá;
Angel Colombo, Tucumán (Argentina);
Gabriel Díaz Luque , Medellín;
Jaime Escobar Guzmán, A.R. Ráquira;
Santiago Frank Pernía, S.J. Buenos Aires (Argentina);
Carmelo García, Bogotá;
René García Lizarralde, Bogotá;
Abel Giordana Peña, Bogotá;
Alfonso Gil Yepes, Buenaventura;
Alfonso Galindo Quevedo, Puerto Berrío;
Luis de Jesús Huertas Amaya, Tunja;
Rogelio Mausse Guerrero, Quito (Ecuador);
Ligorio López Rodas, Buenaventura;
Guillermo López Benjumea, Manizales;
Ismael Mejía Benjumea, Medellín;
Vicente Mejía Espinoza, Medellín;
Noel Olaya, Bogotá;
Hector Gerardo Parrado, Choachí;
Alvaro Ríos Rubiano, Ibagué;
Francisco Rubalcaba López, Cartagena;
Jesús María Venegas Sierra, Bogotá;
Oscar Vélez Betancurt, Medellín;
Tulio Zolaque Parada, Pasto;
Luis Zabala Hererra, Bucaramanga;
Domingo Laín, Cartagena;
Benoit Lay, O.F.M., Bogotá.

Firmaron el documento 15 sacerdotes más, cuyos nombres no aparecen por discreción.

Labels: , , ,

Monday, October 13, 2008

TRATA DE PERSONAS – DECLARACIÓN

Unión de Superiores Generales
4 – InfoBolivia, IX.2008

Del 2 al 6 de junio se reunieron de más de 30 países, convocadas por la Unión Internacional de Superioras Generales, religiosas, religiosos y especialistas en el tema para organizarse en el trabajo contra el Tráfico de personas que se está extendiendo a consecuencia de las migraciones. Publicamos, por su interés, la Declaración Final:

DECLARACIÓN

Nosotras, representantes de diferentes Conferencias nacionales y de redes regionales e internacionales existentes contra el tráfico de mujeres y niños, presentes en más de 30 países, nos hemos reunido para compartir experiencias, discutir, reflexionar y rezar sobre nuestra misión contra el tráfico de personas.

Denunciamos el crimen de la Trata de seres humanos y declaramos que constituye una grave ofensa contra la dignidad humana y una seria violación de los Derechos Humanos.

Como religiosas, en solidaridad con nuestras hermanas y hermanos que sufren las consecuencias de este mal no podemos permanecer en silencio.

Condenamos este crimen. Nos dirigimos, primero, a los Gobiernos de los Países de origen, tránsito y destino donde nuestros hermanos/as son convertidos en objetos de esta nueva esclavitud.

Hacemos una llamada a los Gobiernos para que asuman su responsabilidad no sólo de elaborar las leyes contra el tráfico y los traficantes sino de aplicarlas a todos los niveles haciendo efectiva la
defensa y protección de las víctimas, y destinando los recursos necesarios para combatir este crimen. Es también su responsabilidad activar redes nacionales e internacionales capaces de combatir eficazmente este mal.

Instamos a las Conferencias Episcopales Católicas, Conferencias nacionales de religiosos/as y comunidades católicas y no-católicas a tomar posición y a comprometerse en la defensa de los derechos de estas hermanas y hermanos nuestros y a denunciar toda forma de tráfico.

NOS COMPROMETEMOS a

- Trabajar en red entre nosotras y con otros organismos sociales, políticos, civiles y religiosos,
- articular fuerzas e iniciativas,
- optimizar los recursos para la prevención, asistencia, protección, sensibilización y denuncia del tráfico de seres humanos.
- desarrollar programas educativos que sensibilicen a las personas sobre este fenómeno.
- Sabemos que sólo trabajando en colaboración y solidaridad, seremos capaces de hacer frente a las causas estructurales que generan la Trata.

Esta misión nos obliga a tomar una posición místico-profética que nos exige una conversión continua y un cambio de mentalidad.

Renovamos nuestro compromiso de promover la dignidad de toda persona en respuesta a las palabras de Jesús:

“He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” ( Jn 10, 10).