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Saturday, May 26, 2007

TLC y Msr. Ignacio Trejos - 2006,07

monseñor Ignacio Trejos
Obispo Emérito de San Isidro de El General (Costa Rica)

Carta pública a los distinguidos miembros de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR) con ocasión de la que esta envió al Eminentísimo Angelo Cardenal Sodano sobre el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.

Cartago, 01 de julio de 2006

Estimadísimos hermanos Obispos:

¡Nobleza, fraternidad y amistad obligan! Esta es una de las poderosas razones que me impelen a enviar la presente. Los fines son eminentemente claros: Reconocimiento, gratitud y admiración debidas a ustedes, celosos y dignos pastores de la Grey Costarricense, que con toda nobleza, altura y dignidad, siempre tan características de esa Conferencia, razonan y actúan en defensa de los más altos intereses de la ciudadanía costarricense.

La carta en mención pone en evidencia, sin que ustedes explícitamente lo refieran, el desacato cometido por nuestra Cancillería Costarricense contra tan alta entidad, la del Vaticano y con tan eminentes personajes como sucede en este penoso caso. ¡Cuánto es de lamentar!.

Además, no se trata de cerrar la mente y endurecer el corazón, tal como ha querido juzgarse de parte de quienes están tan empeñados de hacer pasar a troche y moche un Tratado de tal envergadura.

Se trata, bien lo entendemos, sobre todo de dialogar, de poner sobre el tapete los intereses de la Nación entera, de los que jamás son ajenos a esa Conferencia que ustedes integran. Eso nuestro pueblo bien lo sabe y así lo interpreta.

Gracias al Señor nos conocemos bien y así lo comprendemos, que la nación del Norte con su política de “Buena Voluntad” se propone en toda forma, darnos con el Tratado en mención un severo golpe con ese su característico “big stick” tan propio del Tío Sam.

Por fortuna, igualmente, nuestras comunidades, a las que parece han tenido adormiladas con el football y tan diversos estupefacientes, van finalmente despertando y dando señales positivas de vida. A nadie corresponde mejor que a nosotros, sus Pastores, ayudarlas en tan noble intento.

Dios, Dueño y Señor de la historia, con su Presencia, Potencia y Providencia inalterables y el pueblo suyo, que peregrina en Nuestra Patria, reitero, les agradecen las limpias páginas que en el presente están escribiendo en el acontecer nacional.

Les escribe, con el corazón, más que con sus manos, este hermano y amigo sincero en el Señor.

Suyo adictísimo.

Monseñor Ignacio Trejos Picado.
Obispo Emérito San Isidro de El General


Mensaje de Monseñor Ignacio Trejos Picado ante el referendo sobre el TLC.
26 de abril del 2007

Permítame por medio de estas líneas, distraer su distinguida atención para manifestar mi opinión personal al respecto.

No creo estar equivocado si considero que Dios ha llamado a Costa Rica para ser un modelo de libertad en el concierto de las naciones.

¿Lo estamos siendo? Debemos preguntarnos.

Pareciera nos hace falta, en las presentes circunstancias, una profunda dosis de reflexión con miras a cumplir esa altísima vocación, con la responsabilidad del caso.

El profeta Jeremías atribuye las desgracias del hombre sobre la tierra precisamente a la falta de reflexión. Es así como expresa las quejas de Dios:
"Muchos pastores han desvastado mi viña, han pisoteado mi heredad, han convertido mi frondosa posesión en un árido desierto (Š) Toda la tierra está horrorosamente desolada y a nadie le importa (Š) Sembraron trigo y cosecharon espinas, se fatigaron trabajando sin provecho, quedaron confusos de su cosecha" Jer 12,10-13.

Frente al referendo sobre el TLC nos encontramos ante una situación sumamente delicada:
¿la verdad es oficial u oficiosa?, ¿no estaremos verdaderamente en una trampa?.
La verdad no necesariamente la tiene la mayoría, sino quien se pone de parte de quienes promueven la justicia. Esta no se puede manipular, jamás debe ser distorsionada.

¿Qué necesidad habríamos tenido de este referendo si los pros y los contras del tratado se hubieran expuesto a la ciudadanía con toda franqueza y equidad en el uso de los medios?.
¿Para qué, pues, tanta precipitación en la firma del mismo y las sumas cuantiosas de dinero que se han gastado en su propaganda con el fin de imponerlo a toda costa?.

De lo que todos somos testigos, y debemos confesarlo en buena ley, es que sobre los intereses de la Patria, están prevaleciendo los de los poderosos, que tratan de imponerse pero hasta ahora no lo han logrado con la celeridad deseada.

¿Cuál es, entonces, la ventaja del mencionado referendo?.
Ciertamente buscar la solución por la vía pacífica que ha sido siempre, para bendición nuestra, lo mejor.

¿Cuál debe ser, pues, nuestra actitud?.
La cristiana.
Sólo así seremos verdaderos testigos, poniéndonos de parte de la verdad y de la justicia, como lo hizo el Señor. El desarrollo que no atiende al bienestar comunitario se traduce lamentablemente en fracaso, en rotunda opresión.

Se pide a nuestra Iglesia manifestarse neutral en esta contienda. Eso significaría, ni más ni menos, que desfigurarla totalmente:
nuestra Iglesia debe estar siempre del lado de la verdad y de la justicia porque lucha por la paz y debe sembrar el amor. Por esta causa luchó y murió Jesucristo. Este fue, es y será siempre signo de contradicción. Causa de salvación para cuantos creemos en Él; desgracia para quienes le abandonan.

Efectivamente:
no podemos ser neutrales.
¿Cómo serlo por ejemplo, ante un texto del Tratado como el siguiente?:
"Ninguna disposición de este Capítulo se interpretará en el sentido de impedir que una Parte adopte medidas que sean necesarias para proteger la salud o la vida humana, animal y vegetal, siempre y cuando dichas medidas no se apliquen en forma que constituyan una restricción al comercio entre las Partes" Norma 9.14 del TLC. Dicen proteger la vida siempre y cuando no afectemos su comercio. No. No podemos ser neutrales.

No conocemos nada tan revolucionario como Jesús con su Evangelio y su Cruz. Se declaró siempre contra el poder corrupto, generador de injusticias. Por combatirlas derramó su sangre y entregó su vida. Lo quitaron del medio, cual piedra de tropiezo, pero el Padre del cielo, en cuyas manos se puso, lo exaltó y convirtió en piedra angular de su edificio: la Iglesia. Esta brotó con la sangre y el agua salidas del corazón redentor. Y así como Él, cual esposo fiel se entregó a ella, ésta debe dar siempre, con su ayuda, testimonio de fidelidad a su esposo.

Por estas y abundantes razones más, la Iglesia lejos de ser neutral estará siempre, inalterablemente del lado de la vida y no de la cultura de la muerte: el aborto, la esterilización, la violencia, las guerras de todos los tiempos. La Iglesia estará siempre en contra de cualquier tipo de injusticia, atropello contra la humanidad.

El amor es la ley del Señor y a Él nos invita a todos, sin distingo de raza ni nación. Por tanto, Cristo es ese gran revolucionario que no esgrimió más espada que el Evangelio. Él no derramó una sola gota de sangre de quienes lo persiguieron, pero sí vertió la suya propia por cuantos con nuestro pecado, deliberadamente, nos hemos convertido en enemigos suyos. No hay enemigo peor que éste.

Definitivamente nos hace falta valentía. Nos dice San Pablo que hemos sido bautizados no en espíritu de cobardía sino de fortaleza. No debemos confundir la prudencia con la pusilanimidad. Cristo prometió estar siempre del lado de la Iglesia y jamás le será dado defraudarla. No tengamos miedo.

Monseñor Ignacio Trejos Picado
Obispo Emérito de San Isidro de El General
11 de mayo de 2007

Amparo Pacheco.
Viceministra de Comercio Exterior

Los acuerdos comerciales que se negocian entre los países tienen un lenguaje muy técnico, en la medida en que tratan muchos aspectos relacionados con el comercio de infinidad de bienes y servicios, en campos muy diversos. Por una parte, los países buscan liberalizar el comercio de bienes y servicios entre ellos, como medio de buscar una mayor integración económica y desarrollo; y, por otra buscan que ese comercio no afecte la protección de objetivos nacionales legítimos como la seguridad, la salud y el ambiente.

Es frecuente que muchas veces los países traten de esconder intereses comerciales proteccionistas en argumentos de defensa de los mencionados objetivos legítimos, de allí la importancia de señalar que las medidas que los países pueden aplicar para proteger la seguridad, la salud y el ambiente, no deben constituir un medio de discriminación arbitrario o injustificable.

Monseñor Ignacio Trejos ha salido a los medios de prensa escandalizado por una frase que contiene el Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos que dice:
Ninguna disposición de este Capítulo se interpretará en el sentido de impedir que una Parte adopte medidas que sean necesarias para proteger la salud o la vida humana, animal y vegetal, siempre y cuando dichas medidas no se apliquen en forma que constituyan una restricción al comercio entre las Partes” (Art. 9.14 del TLC). Seguidamente Monseñor agrega: “Dicen proteger la vida siempre y cuando no afectemos su comercio. No. No podemos ser neutrales”.

Dos razones. Quiero destacar dos razones por las que creo que no se está interpretando bien el sentido de ese artículo. En primer lugar,
porque la frase que antecede la que cita Monseñor y que es importante para entender el contenido del compromiso dice:
“Siempre y cuando dichas medidas no se apliquen en forma que constituyan un medio de discriminación arbitrario o injustificable entre las Partes”. Es decir, que los países podrán tomar las medidas adecuadas para proteger sus objetivos legítimos siempre y cuando no lo hagan de manera discriminatoria o injustificada.

En segundo lugar,
porque desde hace muchos años, y posiblemente no lo sepa Monseñor, ese es un compromiso que está vigente a escala internacional desde hace muchos años, entre los 150 países que forman parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) entre ellos Costa Rica, en el artículo XX del GATT y el artículo XIV del GATS, que regulan el comercio de bienes y el comercio de servicios, respectivamente.

Asimismo, nuestro país lo tiene, en otros acuerdos comerciales vigentes, particularmente en el art.18-01 del TLC Costa Rica con México; el art. 20.02 del TLC Centroamérica-Chile; el art. XIV.1 del TLC Costa Rica-Canadá; y, el art. XVI.01 del TLC de Costa Rica-Caricom. En otras palabras, este párrafo del TLC que cita Monseñor utiliza un lenguaje similar al de todos los acuerdos comerciales vigentes, orientado a que los países tengan la flexibilidad para proteger sus objetivos legítimos de salud, seguridad, ambiente; pero no puedan poner barreras comerciales indiscriminadas o injustificadas, amparándose en argumentos de protección de objetivos legítimos. Cabe destacar a la luz de este tema, la importancia de ubicar en su verdadero contexto lo que en estos acuerdos dicen.

12 de mayo de 2007

(Respuesta de Monseñor Trejos a la señora Viceministra A. Pacheco)

Monseñor Ignacio Trejos Picado.
Obispo Emérito de San Isidro de El General.

Gran servicio le ha hecho a nuestra causa, la señora Vice - Ministra Amparo Pacheco al comentar mis letras, que no fueron publicadas en el periódico La Nación, pues así podré explicar a los amables lectores de este periódico las razones que me motivan para abandonar una neutralidad estéril, en este debate tan crucial, que tenemos los costarricenses sobre el rechazo o aprobación del Tratado de Libre Comercio. ¿Por qué no puedo ser neutral, doña Amparo? En su artículo, usted misma me responde a esta pregunta.

Veamos por qué.

¿Interpretaciones erróneas? No más de entrada, me descalifica usted al aducir que “Los acuerdos comerciales que se negocian entre los países tienen un lenguaje muy técnico”. Será por eso mis “interpretaciones erróneas” Me descalifica a mí y a todos los costarricenses, soberanos, que debemos tomar una decisión sobre este tratado y que no somos “técnicos”. La verdad, yo no tengo ninguna razón para serlo. Su criterio es el mismo del señor Presidente de la República cuando afirmaba a los medios de comunicación que era mejor que el costarricense lea novelas, y que deje esos textos aburridos a los expertos. Serían únicamente ustedes los que leerían el texto y nos dirán después qué hacer con nuestro voto. Y cual ovejas que vamos al matadero, haremos únicamente lo que los “técnicos” nos digan que hagamos. No, doña Amparo. Nuestro pueblo es un pueblo educado. Es un pueblo maduro, capaz de leer y capaz de entender, como leyó y entendió las leyes del “Combo del ICE” cuando las tuvo en sus manos. De ahí la responsabilidad de cada uno de nosotros, los costarricenses, de informarnos de primera mano, y no sólo escuchar la publicidad elaborada por los “técnicos” en comercio o en publicidad. Usted dirá, técnicos en qué. Primera razón, por la cual no puedo ser neutral. La Patria me exige un esfuerzo de informarme e informar a otros.

Sobre el “escándalo” Dice usted que he salido a los medios de prensa “escandalizado” por una frase que contiene el Tratado. Ese texto es el siguiente “Ninguna disposición de este Capítulo se interpretará en el sentido de impedir que una Parte adopte medidas que sean necesarias para proteger la salud o la vida humana, animal y vegetal, siempre y cuando dichas medidas no se apliquen en forma que constituyan una restricción al comercio entre las Partes” (Art. 9.14 del TLC). Agrega que en la trascripción faltó una frase del texto: “Siempre y cuando dichas medidas no se apliquen en forma que constituyan un medio de discriminación arbitrario o injustificable entre las Partes” y finalmente nos da su interpretación de ese artículo: “Es decir, que los países podrán tomar las medidas adecuadas para proteger sus objetivos legítimos siempre y cuando no lo hagan de manera discriminatoria o injustificada.” Con esta frase, señora Vice-Ministra, nos quería decir que entendimos mal la cosa, pero en realidad nos está dando la razón. Estamos diciendo lo mismo. En lo que sí diferimos es en los alcances éticos de este artículo. Usted lo relativiza. No hay que alarmarse. No hay por qué escandalizarse. Pero en este momento no estamos para relativizaciones. Hay que ser muy claros y hablar con la verdad: ninguna medida debe ser considerada discriminatoria o injustificada cuando se protegen objetivos legítimos en materia de protección de la salud, la vida humana, animal o vegetal. Si son objetivos legítimos no hay ni discriminación. La dignidad de la vida humana, el destino universal de los bienes, la búsqueda del bien común antes que el particular, la solidaridad, la subsidiaridad, son valores supremos a cualquier otro valor. Además, son legítimos por ellos mismos, no requieren de legitimación. No admiten dudas y mucho menos, interpretaciones. Y por supuesto, nunca deben estar sujetos a consideraciones de tipo comercial. Cuando Costa Rica decidió sabiamente, comprar medicinas genéricas para la Caja, decisión que ha significado un inmenso bien para la colectividad costarricense, tuvo que tomar “medidas discriminatorias” hacia algunas empresas transnacionales farmacéuticas. Cuando Costa Rica decidió no tener ejército o trasegar armas, y destinar ese presupuesto a la búsqueda del bien común de la sociedad costarricense, debió tomar medidas “discriminatorias” hacia las empresas de armamentos. Costa Rica rechazó la explotación petrolera para proteger el ambiente y a las comunidades indígenas de Talamanca, esas fueron medidas “discriminatorias” hacia ciertas empresas petroleras. También tomamos medidas “discriminatorias” hacia ciertas empresas cuando decidimos con toda valentía, coraje y garra, que podíamos hacernos cargo de los seguros, de la electrificación y de las telecomunicaciones en Costa Rica. Y lo hemos hecho más que bien, repartiendo esa riqueza entre todos los costarricenses, seguros como estamos, de nuestra capacidad técnica y humana. (Un ejemplo de ello es el Proyecto Cariblanco recién inaugurado, seis meses antes de lo previsto, hasta con participación de la empresa privada y a pesar de que más de un gobernante ha querido estrangular esa querida institución llamada ICE). A Dios gracias, como nación nunca hemos tenido dificultad, al escoger el bien común por encima de los intereses particulares. Nunca nos ha importado que ante el mundo parezcamos locos. ¿Quién definirá, a partir de la ratificación del TLC, qué es lo “necesario” para nuestro pueblo? ¿Serán los tribunales arbitrales internacionales, especializados en comercio que reconocerán únicamente el tratado y no nuestras leyes soberanas? ¿Qué les importa a estos tribunales que para nosotros es vital no tener ejército, proteger a las comunidades indígenas, sus territorios y su cultura, proteger a nuestros agricultores, sus semillas y sus cosechas, no producir armas, proteger el ambiente, la flora y la fauna, comprar o producir medicinas genéricas a un mejor precio y con calidad comprobada, distribuir las riqueza que produce el ICE y el INS, entre todos los costarricenses? ¿Cómo explicar la esencia misma del “ser costarricense” ante tribunales comerciales? Ese artículo, que se repite en muchos otros capítulos del TLC, ratifica mis temores: serán las empresas transnacionales las que definirán nuestro futuro… y en Tribunales externos a mi país. Nuestras leyes y nuestro régimen judicial no tendrán nada más que decir. Pero además, en este artículo queda confirmado que no será el comerciante el que deberá demostrar que su actividad económica no afecta la vida humana, animal o vegetal, como tradicionalmente lo hemos hecho en Costa Rica, y en buena lógica así debe ser. Ahora los naciones deberemos demostrar que nuestras políticas, económicas, sociales y ambientales que protegen la vida, no afectan el comercio. El descargo de la prueba se ha invertido. La ética nos dice que cuando un valor, de rango inferior, o peor aún, un anti-valor, toma supremacía sobre un valor supremo, estamos frente a una perversión. Si aprobamos este TLC habremos pervertido nuestra escala de valores, que ha hecho de Costa Rica un ejemplo para el mundo. El comercio estará por encima de los valores que protegen la vida, en todas sus dimensiones.

La generalización de un error El otro argumento que utiliza usted, para descalificar mis opiniones es que esa perversión de la que hablo y que muchos costarricenses estudiosos del tema, que merecen toda mi consideración y respeto, ya han denunciado hasta el cansancio; esa perversión de considerar el comercio como valor supremo, sobre la vida humana, animal y vegetal, ya existe en otros tratados firmados anteriormente por Costa Rica ¡Albricias! Tremendo consuelo me da, doña Amparo. La generalización de un error ético (o de cualquier otra especie) jamás debe ser un argumento para legitimarlo, menos aún cuando sabemos que la dimensión de los impactos de estos tratados no tiene ningún punto de comparación con el tratado que nos ocupa. Finalmente, debo señalar que la responsabilidad de la aprobación de esos tratados firmados en el pasado, fue de los técnicos y de los políticos de turno; no fue el pueblo el que decidió. Hoy día esa responsabilidad es mía, suya y de cada uno de los costarricenses. Otro motivo más por el cual no puedo ser neutral.

(Respuesta de Monseñor Trejos a la señora Viceministra A. Pacheco)

Mensaje a los indigenas y afroamericanos - JPabloII - 1992

DOCUMENTO DE LA IV ASAMBLEA DEL CELAM

Documento de Santo Domingo

Anexo 1

MENSAJE A LOS INDIGENAS

S.S. Juan Pablo II
Dado en Santo Domingo,
el día 12 de octubre de 1992,
V Centenario de la Evangelización de América.

Amadísimos hermanos y hermanas indígenas del Continente americano:
  1. 1. En el marco de la conmemoración del V Centenario del inicio de la evangelización del Nuevo Mundo, lugar preferente en el corazón y el afecto del Papa ocupan los descendientes de los hombres y mujeres que poblaban este continente cuando la cruz de Cristo fue plantada aquel 12 de octubre de 1492.

    Desde la República Dominicana, donde he tenido el gozo de encontrarme con algunos de vuestros representantes, dirijo mi mensaje de paz y amor a todas las personas y grupos étnicos indígenas, desde la península de Alaska hasta la Tierra del Fuego. Sóis continuadores de los pueblos tupiguaraní, aymara, mayam quechua, chibcha, nahuatl, mixeco, araucano, yanomani, guajiro, inuit, apaches y tantísimos otros que se distinguen por su nobleza de espíritu, que se han destacado en sus valores autóctonos culturales, como las civilizaciones azteca, inca, amaya, y que pueden gloriarse de poseer una visión de la vida que reconoce la sacralidad del mundo y del ser humano. La sencillez, la humildad, el amor a la libertad, la hospitalidad, la solidaridad, el apego a la familia, la cercanía a la tierra y el sentido de la contemplación son otros tantos valores que la memoria indígena de América ha conservado hasta nuestros días y constituyen una portaclón que se palpa en el alma latinoámericana.

  2. 2. Hace ahora 500 años el Evangelio de Jesucristo llegó a vuestros pueblos. Pero ya antes, y sin que acaso lo sospecharan, el Dios vivo y verdadero estaba presente Iluminando sus caminos. El apóstol San Juan nos dice que el Verbo, el Hijo de Dios, «es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que llega a este mundo» (Jn 1, 9) En efecto, las «semillas del Verbo» estaban ya presentes y alumbraban el corazón de vuestros antepasados para que fueran descubriendo las huellas del Dios Creador de todas sus criaturas: el sol, la luna, la madre tierra, los volcanes y las selvas, las lagunas y los ríos.

    Pero a la luz de la Buena Nueva, ellos descubrieron que todas aquellas maravillas de la creación no eran sino un pálido reflejo de su Autor y que la persona humana, por ser imagen y semejanza del Creador, es muy superior al mundo material y está llamada a un destino trascendente y eterno. Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, con su muerte y resurrección nos ha liberado del pecado, haciéndonos hijos adoptivos de Dios y abriéndonos el camino hacia la vida que no tiene fin. El mensaje de Jesucristo les hizo ver que todos los hombres son hermanos porque tienen un Padre común: Dios. Y todos están llamados a formar parte de la única Iglesia que el Señor ha fundado con su sangre (Cfr. Act 20, 28).

    A la luz de la revelación cristiana las virtudes ancestrales de vuestros antepasados como la hospitalidad, la solidaridad, el espíritu generoso, hallaron su plenitud en el gran mandamiento del amor, que ha de ser la suprema ley del cristiano. La persuasión de que el mal se identifica con la muerte y el bien con la vida abrió el corazón a Jesús que es «el camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).

    Todo esto que los Padres de la Iglesia llaman las «semillas del Verbo«, fue purificado, profundizado y completado con el mensaje cristiano, que proclama la fraternidad universal y defiende la justicia. Jesús llamó bienaventurados a los que tienen sed de justicia (Cfr. Mt 5,6). ¿Qué otro motivo sino la predicación de los ideales evangélicos movió a tantos misioneros a denunciar los atropellos cometidos contra los indios en la época de la conquista? Ahí están para demostrarlo la acción apostólica y los escritos de Bartolomé de Las Casas, Fray Antonio de Montesinos, Vasco de Quiroga, Juan del valle, Julián Garcés, José de Anchieta, Manuel de Nóbrega y de tantos otros hombres y mujeres que dedicaron generosamente su vida a los nativos, y a los que el documento de Puebla llama «Intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la Paz» (n. 8).

  3. 3. En esta conmemoración del V Centenario, deseo repetir cuanto os dije durante mi primer viaje pastoral a América Latina: «El Papa y la Iglesia están con vosotros y os aman: aman vuestras personas, vuestra cultura, vuestras tradiciones; admiran vuestro maravilloso pasado, os alientan en el presente y esperan tanto en el porvenir» (Discurso en Cuilapan, 29.I.1979, n. 5). Por eso, quiero también hacerme eco y portavoz de vuestros más profundos anhelos.

    Sé que queréis ser respetados como personas y como ciudadanos. Por su parte, la Iglesia hace suya esta legítima aspiración, ya que vuestra dignidad no es menor que la de cualquier otra persona o raza. Todo hombre o mujer ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Cfr. Gn 1, 26, 27). Y Jesús, que mostró siempre su predilección por los pobres y abandonados, nos dice que todo lo que hagamos o dejemos de hacer «a uno de estos mis hermanos menores», a él se lo hicimos (Cfr. Mt 25, 40). Nadie que se precie del nombre de cristiano puede despreciar o discriminar por motivos de raza o cultura. El apóstol Pablo nos amonesta al respecto: «Porque en un mismo espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres» (1 Cor 12, 15).

    La fe, queridos hermanos y hermanas, supera las diferencias entre los hombres. La fe y el bautismo dan vida a un nuevo pueblo: el pueblo de los hijos de Dios. Sin embargo, aún superando las diferencias, la fe no las destruye sino que las respeta. La unidad de todos nosotros en Cristo no significa, desde el punto de vista humano, uniformidad. Por el contrario, las comunidades eclesiales se sienten enriquecidas al acoger la múltiple diversidad y variedad de todos sus miembros.

  4. 4. Por eso, la Iglesia alienta a los indígenas a que conserven y promuevan con legítimo orgullo la cultura de sus pueblos: las sanas tradiciones y costumbres, el idioma y los valores propios. Al defender vuestra identidad, no sólo ejercéis un derecho, sino que cumplís también el deber de transmitir vuestra cultura a las generaciones venideras, enriqueciendo de este modo a toda la sociedad. Esta dimensión cultural, con miras a la evangelización, será una de las prioridades de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que se desarrolla en Santo Domingo y que he tenido el gozo de inaugurar como acto preeminente de mi viaje con ocasión del V Centenario.

    La tutela y respeto de las culturas, valorando todo lo que de positivo hay en ellas, no significa, sin embargo, que la Iglesia renuncia a su misión de elevar las costumbres, rechazando todo aquello que se opone o contradice la moral evangélica «La Iglesia —afirma el documento de Puebla— tiene la misión de dar testimonio del «verdadero Dios y único Señor». Por lo cual, no puede verse como un atropello la evangelización que invita a abandonar las falsas concepciones de Dios, conductas antinaturales y aberrantes manipulaciones del hombre por el hombre» (nn. 405-406).

    Elemento central en las culturas indígenas es el apego y cercanía a la madre tierra. Amáis la tierra y queréis permanecer en contacto con la naturaleza. Uno mi voz a la de cuantos demandan la puesta en acto de estrategias y medios eficaces para proteger y conservar la naturaleza creada por Dios. El respeto debido al medio ambiente ha de ser siempre tutelado por encima de intereses exclusivamente económicos o de la abusiva explotación de recursos en tierras y mares.

  5. 5. Entre los problemas que aquejan a muchas de las comunidades indígenas están relacionados con la tenencia de la tierra. Me consta que los Pastores de la Iglesia, desde las exigencias del Evangelio y consonancia con el magisterio social, no han dejado de apoyar vuestros legítimos derechos favoreciendo adecuadas reformas agrarias y exhortando a la solidaridad como camino que conduce a la justicia. También conozco las dificultades con que tenéis que enfrentaros en temas como la seguridad social, el derecho de asociación, la capacitación agrícola, la participación en la vida nacional, la formación integral de vuestros hijos, la educación, la salud, la vivienda y tantas otras cuestiones que os preocupan. A este propósito, vienen a mi mente las palabras que, hace algunos años, dirigí a los indígenas en el inolvidable encuentro de Quetzaltenango: «La Iglesia conoce, queridos hijos, la marginación que sufrís; las injusticias que soportáis; las serias dificultades que tenéis para defender vuestras tierras y vuestros derechos; la frecuente falta de respeto hacia vuestras costumbres y tradiciones. Por ello, al cumplir su tarea evangelizadora, ella quiere estar cerca de vosotros y elevar su voz de condena cuando se viole vuestra dignidad de seres humanos e hijos de Dios; quiere acompañaros pacíficamente como lo exige el Evangelio, pero con decisión y energía, en el logro del reconocimiento y promoción de vuestra dignidad y de vuestros derechos como personas» (Discurso en Quetzaltenango, 7.III.1983, n. 4).

    Dentro de la misión religiosa que le es propia, la Iglesia no ahorrará esfuerzos en continuar fomentando todas aquellas iniciativas encaminadas a promover el bien común y el desarrollo integral de vuestras comunidades. Muestra de esta decidida voluntad de colaboración y asistencia es la reciente erección por parte de la Santa Sede de la Fundación «Populorum Progressio», que dispone de un fondo de ayuda para los grupos indígenas y poblaciones campesinas menos favorecidas de América Latina.

    Os aliento, pues, a un renovado empeño a ser también protagonistas de vuestra propia elevación espiritual y humana mediante el trabajo digno y constante, la fidelidad a vuestras mejores tradiciones, la práctica de las virtudes. Para ello contáis con los genuinos valores de vuestra cultura, acrisolada a lo largo de las generaciones que os han precedido en esta bendita tierra. Pero, sobre todo, contáis con la mayor riqueza que, por la gracia de Dios, habéis recibido: vuestra fe católica. Siguiendo las enseñanzas del Evangelio, lograréis que vuestros pueblos, fieles a sus legítimas tradiciones, progresen tanto en lo material como en lo espiritual. Iluminados por la fe en Jesucristo, veréis en los demás hombres, por encima de cualquier diferencia de raza o cultura, a hermanos vuestros. La fe agrandará vuestro corazón para que quepan en él todos vuestros conciudadanos. Y esa misma fe llevará a los demás a amaros, a respetar vuestra idiosincrasia y a unirse con vosotros en la construcción de un futuro en que todos sean parte activa y responsable, como corresponde a la dignidad cristiana.

  6. 6. Acerca del puesto que os corresponde en la Iglesia exhorto a todos a fomentar aquellas iniciativas pastorales que favorezcan una mayor integración y participación de las comunidades indígenas en la vida eclesial. Para ello, habrá que hacer un renovado esfuerzo en lo que se refiere a la inculturación del Evangelio, pues «una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, ni totalmente pensada, ni fielmente vivida» (Discurso al mundo de la cultura, Lima 15.V.1988). Se trata, en definitiva, de conseguir que los católicos indígenas se conviertan en los protagonistas de su propia promoción y evangelización. Y ello, en todos los terrenos, incluidos los diversos ministerios. ¡Qué inmenso gozo el día en que vuestras comunidades puedan estar servidas por misioneros y misioneras, para sacerdotes y obispos que hayan salido de vuestras propias familias y os guíen en la adoración a Dios «en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23)!.

    El mensaje que hoy os entrego en tierras americanas, conmemorando cinco siglos de presencia del Evangelio entre vosotros, quiere ser una llamada a la esperanza y al perdón. En la oración que Jesucristo nos enseñó decimos: «Padre nuestro..., perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Jesús «tiene palabras de vida eterna» (Jn 6, 68); él sabe lo que hay «en el corazón del hombre»(cf. Jn 2,25). En nombre de Jesucristo, como Pastor de la Iglesia, os pido que «perdonéis a quienes os han ofendido»; que perdonéis a todos aquellos que durante estos quinientos años han sido causa de dolor y sufrimiento para vuestros antepasados y para vosotros. Cuando perdonamos, ponemos en las manos de Dios las «ofensas» que el hombre ha hecho, sabiendo que el Señor es la Justicia más santa y la más justa Misericordia. Él es el único Dueño de la historia, Creador del mundo y Redentor del hombre. Al perdonar, nosotros mismos nos renovamos en el espíritu y nuestra voluntad se fortalece. El mundo tiene siempre necesidad del perdón y de la reconciliación entre las personas y entre los pueblos. Solamente sobre estos fundamentos se podrá construir una sociedad más justa y fraterna. Por ello, en este solemne Centenario, y en nombre del Señor Jesús, os dirijo mi apremiante llamado a perdonar «a los que os han ofendido» —como decimos en el padre nuestro— todas las ofensas e injusticias que os han sido infligidas, muchas de las cuales solamente Dios conoce. La Iglesia, que durante estos quinientos años os ha acompañado en vuestro caminar, hará cuanto esté en su mano para que los descendientes de los antiguos pobladores de América ocupen en la sociedad y en las comunidades eclesiales el puesto que les corresponde. Soy consciente de los graves problemas y dificultades con que habéis de enfrentaros. Pero estad seguros de que nunca os va a faltar el auxilio de Dios y la protección de su Santísima Madre, como un día, en la colina de Tepeyac le fue prometido al indio Juan Diego, un insigne hijo de vuestra misma sangre a quien tuve el gozo de exaltar al honor de los altares: «Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad ni otra enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?» (Nican Mopohua).


Que Nuestra Señora de Guadalupe os proteja a todos, mientras os bendigo de corazón en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Dado en Santo Domingo, el día 12 de octubre de 1992, V Centenario de la Evangelización de América.


MENSAJE A LOS AFROAMERICANOS

S.S. Juan Pablo II
Dado en Santo Domingo,
el día 12 de octubre de 1992,
V Centenario de la Evangelización de América.

Amadísimos hermanos y hermanas Afroamericanos:
  1. 1. El V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo es ocasión propicia para dirigiros, desde la ciudad de Santo Domingo, mi mensaje de aliento que acreciente vuestra esperanza y sostenga vuestro empeño cristiano en dar renovada vitalidad a vuestras comunidades, a las que, como Sucesor de Pedro, envío un saludo entrañable y afectuoso con las palabras del apóstol san Pablo: «Que la gracia y la paz sea con vosotros de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo» (Ga, 3).

    La evangelización de América es motivo de profunda acción de gracias a Dios que, en su infinita misericordia, quiso que el mensaje de salvación llegara a los habitantes de estas benditas tierras, fecundadas por la cruz de Cristo, que ha marcado la vida y la historia de sus gentes, y que tan abundantes frutos de santidad y virtudes ha dado a lo largo de estos cinco siglos.

    La fecha del 12 de octubre de 1492 señala el inicio del encuentro de razas y culturas que configurarían la historia de estos quinientos años, en los que la penetrante mirada cristiana nos permite descubrir la intervención amorosa de Dios, a pesar de las limitaciones e infidelidades de los hombres. En efecto, en el cauce de la historia se da una confluencia misteriosa de pecado y de gracia, pero, a lo largo de la misma, la gracia triunfa sobre el poder del pecado. Como nos dice San Pablo: «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5, 20).

  2. 2. En las celebraciones de este V Centenario no podía faltar mi mensaje de cercanía y vivo afecto a las poblaciones afroamericanas, que representan una parte relevante en el conjunto del continente y que con sus valores humanos y cristianos, y también con su cultura, enriquecen a la Iglesia y a la sociedad en tantos países. A este propósito vienen a mi mente aquellas palabras de Simón Bolívar afirmando que «América es el resultado de la unión de Europa y África con elementos aborígenes. Por eso, en ella no caben los prejuicios de raza y, si cupiesen, América volvería al caos primitivo».

    De todos es conocida la gravísima injusticia cometida contra aquellas poblaciones negras del continente africano, que fueron arrancadas con violencia de sus tierras, de sus culturas y de sus tradiciones, y traídos como esclavos a América. En mi reciente viaje apostólico a Senegal no quise dejar de visitar la isla de Gorea, donde se desarrolló parte de aquel ignominioso comercio, y quise dejar constancia del firme repudio de la Iglesia con las palabras que ahora deseo recordar nuevamente: «La visita a la Casa de los Esclavos nos trae a la memoria esa trata de negros que Pío II, en una carta dirigida a un misionero que partía hacia Guinea califica de «crimen enorme». Durante todo un periodo de la historia del continente africano, hombres, mujeres y niños fueron traídos aquí, arrancados de su tierra y separados de sus familias para ser vendidos como mercancía. Estos hombres y mujeres han sido víctimas de un vergonzoso comercio en el que han tomado parte personas bautizadas que no han vivido según su fe. ¿Cómo olvidar los enormes sufrimientos infligidos a la población deportada del continente africano, despreciando los derechos humanos más elementales? ¿Cómo olvidar las vidas humanas aniquiladas por la esclavitud? Hay que confesar con toda verdad y humildad este pecado del hombre contra el hombre» (Discurso en la Isla de Gorea, 21.II.1992).

  3. 3. Mirando la realidad actual del Nuevo Mundo, vemos pujantes y vivas comunidades afroamericanas que, sin olvidar su pasado histórico, aportan la riqueza de su cultura a la variedad multiforme del continente. Con tenacidad no exenta de sacrificios contribuyen al bien común integrándose en el conjunto social pero manteniendo su identidad, usos y costumbres. Esta fidelidad a su propia ser y patrimonio espiritual es algo que la Iglesia no sólo respeta sino que alienta y quiere potenciar, pues siendo el hombre —todo hombre— creado a imagen y semejanza de Dios (Cfr. Gn 1, 26-27), toda realidad auténticamente humana es expresión de dicha imagen, que Cristo ha regenerado con su sacrificio redentor.

    Gracias a la redención de Cristo, amados hermanas y hermanos afroamericanos, todos los hombres hemos pasado de las tinieblas a la luz, de ser «no-mi-pueblo» a llamarnos «hijos-de-Dios-vivo» (Cfr. Os 2, 1). Como «elegidos de Dios» formamos un solo cuerpo que es la Iglesia (Cfr. Col 5, 12-15) en la cual, en palabras de san Pablo, «no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo en todos» (Col 5, 11). En efecto, la fe supera las diferencias entre los hombres y da vida a un pueblo nuevo que es el pueblo de los hijos de Dios. Sin embargo, aún superando las diferencias en la común condición de cristianos, la fe no las destruye sino que las respeta y dignifica.

    Por eso, en esta conmemoración del V Centenario, os aliento a defender vuestra identidad, a ser conscientes de vuestros valores y hacerlos fructificar. Pero, como Pastor de la Iglesia, os exhorto sobre todo a ser conscientes del gran tesoro que, por la gracia de Dios, habéis recibido: vuestra fe católica. A la luz de Cristo, lograréis que vuestras comunidades crezcan y progresen tanto en lo espiritual como en lo material, difundiendo así los dones que Dios os ha otorgado. Iluminados por la fe cristiana, veréis a los demás hombres, por encima de cualquier diferencia de raza o cultura, como a hermanos vuestros, hijos del mismo Padre.

  4. 4. La solicitud de la Iglesia por vosotros y vuestras comunidades con miras a la nueva evangelización, promoción humana y cultura cristiana, será puesta de manifiesto en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que ayer tuve la dicha de inaugurar. Sin olvidar que muchos valores evangélicos han penetrado y enriquecido la cultura, la mentalidad y la vida de los afroamericanos, se desea potenciar la atención pastoral y favorecer los elementos específicos de las comunidades eclesiales con rostro propio.

    La obra evangelizadora no destruye, sino que se encarna en vuestros valores, los consolida y fortalece; hace crecer las semillas esparcidas por el «Verbo de Dios, que antes de hacerse carne para salvarlo todo y recapitularlo todo en Él, estaba en el mundo como luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Gaudium et Spes, 57). La Iglesia, fiel a la universalidad de su misión, anuncia a Jesucristo e invita a los hombres de todas las razas y condición a aceptar su mensaje. Como afirmaron los Obispos latinoamericanos en la Conferencia General de Puebla de los Angeles, «la Iglesia tiene la misión de dar testimonio del verdadero Dios y del único Señor. Por lo cual, no puede verse como un atropello la evangelización que invita a abandonar falsas concepciones de Dios, conductas antinaturales y aberrantes manipulaciones del hombre por el hombre» (n. 406). En efecto, con la evangelización, la Iglesia renueva las culturas, combate los errores, purifica y eleva la moral de los pueblos, fecunda las tradiciones las consolida y restaura en Cristo (Cfr. Gaudium et Spes, 58).

  5. 5. Sé que la vida de muchos afroamericanos en los diversos países no está exenta de dificultades y problemas. La Iglesia, bien consciente de ello, comparte vuestros sufrimientos y os acompaña y apoya en vuestras legítimas aspiraciones a una vida más justa y digna para todos. A este propósito, no puedo por menos de expresar viva gratitud y alentar la acción apostólica de tantos sacerdotes, religiosos y religiosas que ejercen su ministerio con los más pobres y necesitados. Pido a Dios que en vuestras comunidades cristianas surjan también numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas, para que los afroamericanos del continente puedan contar con ministros que hayan salido de vuestras propias familias.


Mientras os encomiendo a la maternal protección de la Santísima Virgen, cuya devoción está tan arraigada en la vida y prácticas cristianas de los católicos afroamericanos, os bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Dado en Santo Domingo, el día 12 de octubre de 1992, V Centenario de la Evangelización de América.

Monday, May 14, 2007

BICENTENARIO COLEGIO CALASANZ GANDÍA (VALENCIA) - 2007

Web oficial de la Provincia Escolapia de Valencia

El presente curso vivirá el Colegio de Gandía la gozosa efeméride de su bicentenario. Para celebrar como se merece tal acontecimiento se están preparando una serie de actos de los que daremos cumplida información. Las Escuelas Pías se hicieron cargo del colegio el día 17 de marzo de 1807.

El Colegio sufrió ciertas dificultades durante la época de la Guerra de la Independencia (1808-1812) al ser convertido parcialmente en cuartel del ejército napoleónico. Posteriormente una parte de sus dependencias se habilitó para Academia Militar, cuartel de la Guardia Civil y actividades comerciales. La desamortización de 1835-36 no lo afectó por su condición de escuela pública.

A lo largo del siglo XIX, aplicando los sucesivos planes oficiales, el Colegio siguió con su característica organización pedagógica escolapia. La época de la Restauración, desde 1876, abrió nuevas posibilidades educativas, entre otras razones por las nuevas tendencias, como la Institución Libre de Enseñanza, y por la venida a España de congregaciones religiosas dedicadas a la educación. En Gandia, despacio, se introdujeron algunas mejoras como los laboratorios, un museo didáctico, nuevos textos y más atención a las materias científicas.

Plenamente consolidado el Colegio con una media de 500 alumnos, sufrió, como todos los centros católicos, el enfrentamiento ideológico del primer tercio del siglo XX que trajo a la II República. En aplicación de la nueva legislación, el Colegio se transformó en “Colegio Gomar” a partir del curso 1933-34, integrado en “La Mutua Escolar”, dirigida por laicos católicos. En el mes de marzo de 1936 los escolapios fueron expulsados y durante la guerra civil fueron asesinados algunos. El edificio, durante la guerra y también después, fue convertido en prisión.

La difícil recuperación del edificio para escuela, produjo una breve estancia en algunas aulas del extinguido instituto público (actualmente Ausiàs March). En 1942 se pudo volver a los locales propios y el Colegio fue recuperando su fisonomía e incluso aumentó y mejoró en instalaciones y alumnado.

La restauración democrática trajo cambios importantes en el terreno educativo. El Colegio se adaptó a las nuevas leyes y fue pionero en la introducción del valenciano en el sistema escolar, de tal manera que en 1991 fue autorizado a tener una línea de enseñanza en valenciano. Desde1984 se introdujo la coeducación.

En los años 90 del siglo pasado se llevó cabo un ambicioso programa de restauración del edificio. De acuerdo con el Ayuntamiento se creó una Fundación, la cual, con la ayuda de varias instituciones públicas, incluso europeas, llevó a término la completa restauración del edificio. La urbanización y peatonalización del entorno ha realzado todavía más el histórico edificio, que, además de continuar con el colegio de las Escuelas Pías, es también la sede de la UNED y del Centro de Formación de Personas Adultas. Reinstaurado el Bachillerato desde el 1989, el Colegio tiene actualmente seis aulas de Educación Infantil, doce de Primaria, nueve de Secundaria y cuatro de Bachillerato, con un total de 900 alumnos. El centro cuenta con un comedor de media pensión, un gimnasio, instalaciones deportivas, etc. La formación religiosa, además de las clases, tiene un amplio programa pastoral con actividades extraescolares voluntarias. La Asociación de Padres de Alumnos colabora en el buen funcionamiento del Centro. El Claustro de Profesores, con el Personal de Administración y Servicios, constituye un equipo bien preparado para garantizar la buena formación de los alumnos. El impacto social del Colegio a lo largo de dos siglos ha sido profundo en Gandia y su comarca. Profesionales, trabajadores, maestras, escritores, comerciantes, religiosos, etc. testimonian la potente orientación educativa del centro. A guisa de ejemplo, por referir sólo sus frutos en el campo religioso, podemos mencionar los antiguos alumnos siguientes: Cardenal Sanz y Forés, beatos mártires Carmel Bolta y Carles López Vidal, el cofundador de la Leprosería de Fontilles, Joaquín Ballester, los escolapios J. Felis, Carlos García, F. Garrigós, los más de 200 sacerdotes y religiosos...

La Iglesia, la Ermita de Santa Ana y el arte Desde los inicios de la fundación del Colegio la iglesia de la antigua Universidad, unida físicamente al edificio escolar, se constituyó en un activo centro religioso, no sólo por sus actos litúrgicos, sino también como sede de varias actividades que fomentaban la piedad de los alumnos y de los fieles. Así se fundaron varias cofradías, sobre todo de Semana Santa (la Cruz, San Pedro); se fomentaron devociones (Virgen de los Desamparados, San José de Calasanz, Santa Teresa de Lisieux, San Tarsicio), etc. Este movimiento religioso también ha producido buenos frutos artísticos en pintura (Espinosa, Domingo, Amérigo, Llorens Cifre, López Rancaño, Alex Alemany, Costa, etc.) y escultura (Bayarri, Rubio, Grafiá, Sanjuán, etc.). La iglesia, restaurada tras la Guerra Civil, es de planta de cruz latina, con notoria importancia del altar mayor, de nave única con capillas laterales y cúpula. A los pies de la nave más recientemente se construyó una capilla de la comunión. La Ermita de Santa Ana, próxima a la ciudad, fue encomendada a las Escuelas Pías, con unas pocas tierras, desde los años de la fundación. Su origen es posiblemente del siglo XIV, como la imagen de la santa titular. En siglo XVIII fue totalmente rehecha y ensanchada. Tiene interesantes muestras de cerámica decorada en los zócalos de la ermita y sacristía. Una reciente restauración le ha vuelto su carácter artístico y espiritual (celebraciones dominicales, Navidad con el canto de la Sibila, Semana Santa, fiesta de Santa Ana, etc.) y cultural (biblioteca-archivo).

Sunday, May 13, 2007

TLC - Referendum - CECostarricense - 13, IV, 07

Comunicado de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
con ocasión al referéndum sobre el
TLC entre Costa Rica y los Estados Unidos de Norte América.

13 de abril del 2007


Los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, ante el anuncio del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) que autoriza el referendum como un mecanismo que permite al pueblo ejercer de forma directa la potestad de legislar según el artículo 105 de nuestra Constitución Política, reglamentado por ley aprobada en marzo del 2006 y, en este caso referido al tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de Norte América (TLC), dado el alcance de dicha autorización y de las consecuencias que se derivan de la misma, queremos manifestar ante la opinión publica:

Vemos con complacencia el hecho de que, en nuestro país, ejemplo de democracia para el mundo, se haya habilitado el referendum como un instrumento de participación política que ofrezca a los ciudadanos la posibilidad efectiva de concurrir a la elaboración de las opciones políticas.

Si bien, la representación política ha sido un pilar fundamental en nuestra democracia, esta no excluye en efecto, que los ciudadanos puedan ser interpelados directamente en las decisiones de mayor importancia para la vida social [1]

Hacemos un vehemente llamado a todos los ciudadanos para que, en aras del fortalecimiento de nuestro sistema democrático, aprovechen este instrumento para expresar su voluntad respecto a un asunto tan crucial como el TLC.

Como ha sido costumbre, la Iglesia en Costa Rica quiere colaborar, en la medida de sus posibilidades, a propiciar espacios de diálogo e información sobre el fondo de la consulta.

A su vez, hacemos una exhortación a los medios de comunicación social y a los espacios informativos para que aseguren un pluralismo real en este delicado tema, garantizando y facilitando condiciones de igualdad para las tendencias de opinión.

Igualmente, cualquiera que sea la vía de convocatoria mediante la cual el referéndum se ponga en práctica, instamos a todos los ciudadanos para que en el ejercicio de sus derechos constitucionales expresen sus posiciones guardando siempre el respeto y la tolerancia hacia quienes piensan de manera distinta, salvaguardando los intereses nacionales y la paz social de nuestro pueblo.

Este momento histórico demanda el fortalecimiento de los grandes valores democráticos de Costa Rica. Por tal razón, llamamos a todos los ciudadanos y ciudadanas a respetar las decisiones del Tribunal Supremo de Elecciones, tanto en la ejecución del proceso de consulta como en el veredicto oficial de las urnas.

Que la luz de la Resurrección de Cristo que disipa toda oscuridad, ilumine el entendimiento de todos los costarricenses a fin de construir una sociedad mas justa y solidaria. Que nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de Costa Rica, acompañe este importante paso en nuestro vida democrática.


Monseñor José Francisco Ulloa Rojas,
Obispo Diocesano de Cartago y Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

Monseñor Hugo Barrantes Ureña
Arzobispo Metropolitano de San José y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal

Monseñor Oscar Fernández Guillén
Obispo Diocesano de Puntarenas y Secretario General

Monseñor José Rafael Barquero Arce
Obispo Diocesano de Alajuela

Monseñor Angel Sancasimiro
Obispo Diocesano de Ciudad Quesada

Mons. Guillermo Loría Garita
Obispo Diocesano de San Isidro de El General

Monseñor José Rafael Quirós Quirós
Obispo Diocesano de Limón.

Dado en San José, 13 de abril del 2007
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[1] Compendio Doctrina Social de la Iglesia N° 413