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Friday, November 17, 2006

«La tierra: un don para toda la familia humana» (Benedicto XVI, 12XI06)

Ciudad del Vaticano,
domingo, 12 noviembre 2006
(ZENIT).

¡Queridos hermanos y hermanas!

Deberíamos acostumbrarnos a bendecir al Creador por cada cosa: por el aire y por el agua, elementos preciosos que son el fundamento de la vida en nuestro planeta; así como por los alimentos que, a tra-vés de la fecundidad de la tierra, Dios nos ofrece para nuestro sustento. A sus discípulos Jesús enseñó a orar pidiendo al Padre celestial no «mi», sino «nuestro» pan de cada día. Quiso así que cada hombre se sienta corresponsable de sus hermanos, a fin de que a ninguno le falte lo necesario para vivir. Los productos de la tierra son un don destinado por Dios «para toda la familia humana».

Y aquí tocamos un punto muy doloroso: el drama del hambre que, a pesar de que hasta recientemente se ha afrontado en las más altas sedes institucionales, como las Naciones Unidas y en particular la FAO, sigue siendo siempre muy grave. El último Informe anual de la FAO ha confirmado cuanto la Iglesia sabe muy bien por la experiencia directa de las comunidades y de los misioneros: que más de 800 mi-llones de personas viven en situación de desnutrición y que demasiadas personas, especialmente niños, mueren de hambre. ¿Cómo hacer frente a esta situación que, aún repetidamente denunciada, no apun-ta a su resolución, al contrario, por varias direcciones se va agravando? Ciertamente es necesario elimi-nar las causas estructurales ligadas al sistema de gobierno de la economía mundial, que destina la ma-yor parte de los recursos del planeta a una minoría de la población. Tal injusticia fue criticada en diver-sas ocasiones por mis venerados predecesores, los siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II. Para influir a gran escala es necesario «convertir» el modelo de desarrollo global; lo requieren ya no sólo el escándalo del hambre, sino también las emergencias ambientales y energéticas. Con todo, cada persona y cada familia puede y debe hacer algo para aliviar el hambre del mundo adoptando un estilo de vida y de consumo compatible con la salvaguarda de la creación y con criterios de justicia hacia quien cultiva la tierra en cada país.

Queridos hermanos y hermanas: hoy la Jornada del Agradecimiento nos invita, por un lado, a dar gra-cias a Dios por los frutos del trabajo agrícola; por otro, nos alienta a comprometernos concretamente para derrotar el azote del hambre.

Que nos ayude la Virgen María a ser agradecidos por los beneficios de la Providencia y a promover en toda parte del globo la justicia y la solidaridad.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit.
© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]

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